sábado, noviembre 29, 2008

203-Brevísima reseña de Bellver

Rotundo significa redondo. Pero también terminante, definitivo, concluyente, preciso, concreto y muchas cosas más. Así nos pareció el gótico Castillo de Bellver, uno de los pocos castillos europeos de planta circular, al que recorrimos admirando su contundencia y originalidad, así como también las vistas increíbles de las que se disfruta desde sus terrazas. Esa bahía de Palma extendida a nuestros pies era algo que no podía perderse. No gratuitamente su nombre significa “bella vista”, admitámoslo. Las primeras y calurosas horas de la tarde nos sorprendieron en ese lugar tan particular, construido entre los años 1300 y 1311, para Jaime II de Mallorca, por el arquitecto Pere Salvà, que también trabajó en el palacio de la Almudaina . Pudimos admirar todo lo que la piedra de Mallorca significa como forma de definir arquitectura ya que se dice que el castillo que en algunas épocas combinó su destino como lugar de defensa con el de alojamiento de reyes se edificó principalmente con las piedras del mismo lugar en que está emplazado y parte que se buscó en canteras cercanas. ¡Menuda y ciclópea tarea la de quienes lo levantaron! ¿No? Y menudo goce el de los sentidos aún en un edificio tan despojado al recrear los ojos en el dorado de los muros.

Acompañados por Ángela, que se unió al grupo poniendo siempre la nota dicharachera, subimos y bajamos escaleras, espiamos por ventanucos increíbles y contemplamos la historia de Palma en una interesante exposición pero, reconozcámoslo: nuestro turístico cuerpito clamaba por una cama. Es más, me hubiera conformado con el jergón en el que durmió Gaspar Melchor de Jovellanos ahí mismito, durante su encarcelamiento. Sepan, amigos que Bellver desde el Siglo XIV ha funcionado como prisión infinidad de veces. Y esa tarde Jorge y yo no hubiéramos visto tan mal que nos facilitaran un lecho parecido al de la Reina Violante o los reyes Jaime e Isabel después de la batalla de Lluchmajor.

Es que Cayian, agotado como yo, ya no se parecía a Robert Wagner para nada. Más bien al Chapulín Colorado después de que se auto infligiera un garrotazo porque con el calor sudaba y enrojecía a más no poder. Y lo mismo podía decirse de Juana y Apolonia. Hasta los jóvenes parecían en estado cataléptico luego de tanto caminar. ¡Y pensar que debíamos estar listos, frescos y radiantes en pocas horas porque esa noche se celebraría una cena en nuestro honor! Cena que reuniría a todas las ramas de mi árbol genealógico, en algunos casos en forma absolutamente impensada, por supuesto. Mi primo el Mago, es experto en sorpresas y esa noche tenía unas cuantas en la galera y hasta un conejito blanco escondido por si acaso.

Volvimos al huerto de los primos y bastó una merienda mallorquina, una ducha y los buenos oficios de la Adelantada, mi maquilladora personal, para dejarme como nueva. Lista para ver en acción la galera o chistera que Sebastià había estado disponiendo con tanto cariño y tanta habilidad también.

En cuanto a Robert: una aspirina y un baño, sumados a las emociones que se intuían, obraron el milagro.

Porque… ¿Qué otra cosa que un milagro puede ser lo que ocurrió allí esa noche en Campos, el pueblo del que partiera mi papá en 1936? En ese pueblo vecino, justamente, a Ses Salines, aquél del que se fuera la abuela Isabel recién comenzado el Siglo XX?

Eso, amigos, de sorpresas y milagros versará la próxima crónica…Los espero


Cati Cobas

1 comentario:

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

... Y seguimos caminando de tu mano.
Ese viaje hay que publicarlo de alguna manera, son escritos que no se pueden perder en un blog
precioso, una vez más