martes, diciembre 13, 2005

65-“La china”





Sensibilidades
4 de abril de 2005


La vimos llegar hace tres años con sus ojos negros y su pelo lacio a cuestas.
Se instaló, junto a su esposo, en uno de los tantos supermercados que pueblan mi ciudad. Esos supermercados, manejados por coreanos o chinos, que han reemplazado los viejos y queridos almacenes, patrimonio de la “galleguidad” más absoluta.

A duras penas supimos que se llamaba Li y que venía de China a probar suerte. Su esposo fue, muy pronto, Daniel, como para borrar otras vidas y miserias y convertirse rápido a la argentinidad al palo. Daniel se veía dominante y áspero, aún delante de los parroquianos del negocio.
Li no, Li seguía siendo Li y sus ojitos rasgados hablaban de soledades, añoranzas y dominio del varón sobre su ternura y suavidad.

Un día vimos crecer su vientre, y nos alegramos de eso. Todos los vecinos pensamos que el hijo traería amores nuevos, y dulzura que compensara exigencias maritales y tratos inconcebibles.
Nació una niña, también Li, como su madre, y todo el barrio se alegró al verla. Reímos con sus gorgoritos, y festejamos los primeros pasos.
Llegó el verano, y Li desapareció. “Fue a China” nos dijo Daniel.
Li regresó en otoño con los brazos vacíos y un dolor sordo e inconmensurable.
“La niña no me dejaba trabajar en el negocio, quedó con los abuelos”, fue la respuesta a nuestras inquietudes. Y una lágrima rodó por la mejilla de terciopelo color té.

Pronto el vientre de la china se vio de nuevo redondo y floreciente.
Ha nacido otra niña, y le han puesto por nombre Cecilia, como si quisieran decir sus padres que se sienten un poquito más argentinos.
Cecilia está por comenzar a caminar y tiemblo. No me atrevo a preguntar qué será de ella. Si seguirá el camino de su hermana, para ser criada por unos abuelos tan lejanos, si quedará entre nosotros para incorporarse a esta tierra. Li no dice nada. Mira, sumisa, a Daniel y a su destino, como si no sintiera. Y a su Cecilia con el dolor de quien se está despidiendo desde ahora.

Yo contemplo la escena con una tristeza enorme.

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