miércoles, agosto 09, 2006

97-Él dijo "la mazamorra" (Antonio Esteban Agüero)






Mi primera crónica de viaje va a ser perezosa. Porque llego a la conclusión de que hay quien dijo las cosas mucho mejor que yo y sólo me cabe actuar como vínculo entre él y mis lectores.
¿Cómo contarles qué se siente al entrar en ese patio colonial con blancas arquerías de medio punto y el jazmín que trepa cerca del aljibe? Antonio Esteban Agüero, el poeta puntano* que “dijo” el algarrobo y los pájaros, la siesta, el horno, el vino que cantó al mate y a la Virgen del Tala, al piquillín y al espinillo, pervive en el escritorio modesto, en cada silla de madera oscura, en cada rincón de las paredes enjalbegadas. Suena, en la guitarra, en uno de los cuartos, cuando una voz rotunda “dice” la mazamorra:

“La mazamorra, sabes, es el pan de los pobres
y leche de las madres con los senos vacíos.
Yo le beso las manos al Inca Viracocha
porque inventó el maíz y enseñó su cultivo.

En una artesa viene para unir la familia
saludada por viejos, festejada por niños.
Allá donde las cabras remontan en silencio
y el hambre es una nube con las alas de trigo.

Todo es hermoso en ella: la mazorca madura
que desgranan en noches de vientos campesinos;
el mortero y la moza con trenzas sobre el hombro,
que entre los granos mezcla rubores y suspiros.

Si la quieres perfecta, busca un cuenco de barro
y espésala con leves ademanes prolijos
del mecedor cortado de rama de la higuera,
que a la siesta da sombra, benteveos e higos.

Recitado

Y si quieres, agrégale una pizca de ceniza de jume,
esa planta que resume los desiertos salinos
y deja que la llama le transmita su fuerza
hasta que adquiera un tinte levemente ambarino.
Cuando la comes, sientes que el pueblo te acompaña
a lo largo de valles o recodos de ríos.
Cuando la comes, sientes que la tierra es tu madre,
más que la anciana triste que espera en el camino
tu regreso del campo. Es madre de tu madre
y su rostro es una piedra trabajada por siglos.

Hay ciudades que ignoran su gusto americano
y muchos que olvidaron su sabor argentino,
pero ella ser siempre lo que fue para el Inca:
nodriza de los pobres en el páramo andino.
La noche que fusilen poetas y canciones,
por haber traicionado, por haber corrompido,
La música y el polen, los pájaros y el fuego,
quizás a mí me salven estos versos que digo!”.

DIGO LA MAZAMORRA - Canción

Letra: Antonio Esteban Agüero
Música: Peteco Carabajal

Ese poema resume lo que se siente en Villa de Merlo: un reencuentro con lo mejor de esta tierra, con la naturaleza, con las cosas simples del “pequeño país” como sabía tan bien definir Agüero. Por eso elijo comenzar con sus versos. Es que este maestro y poeta está presente en cada rincón de la ciudad de veinte mil habitantes que yace perpendicular a la Sierra de Comechingones. Lo encontramos en los pintorescos parajes, en la escuela en la que sus padres enseñaban, con techos de caña y madera y gruesas paredes de adobe, en el “Algarrobo Abuelo” -su “Catedral de Pájaros”- que frisa los ochocientos años de antigüedad. A todo eso le “dijo” el poeta sus versos de amor y cada rincón de Merlo lo honra agradecido.
Nada más tengo que agregar. El humor ha dejado paso esta vez a un respeto tierno, al deseo de hacer conocer a alguien que decidió pintar su aldea y que ha recibido, a cambio, la trascendencia más allá de la vida hecha piedra, pájaro, flor y algarrobo de las manos y voces del pueblo de su pueblo.

Cati Cobas



*Oriundo de la Provincia de San Luis


Receta de la mazamorra puntana: “Se lava en varias aguas y se pone en remojo maíz blanco pisado durante doce horas. Se vierte mucha agua y en una cacerola, estando caliente se le echa el maíz y se deja hervir, revolviéndolo con cuchara de madera. Si se seca se le va echando agua caliente. Cuando el maíz esté blando se le echa una cucharada de bicarbonato disuelto en agua fría, se deja espesar y se saca del fuego. La mazamorra se toma fría como postre, se sirve en platos soperos y se le pone azúcar molida y leche cruda”.

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