martes, diciembre 13, 2005

66-Ya lo dijo “El General”…






Sensibilidades
13 de mayo de 2005

“El General”, “El máximo líder del pueblo argentino”, Perón, “El que te jedi” *,”El Pocho”. Sería enorme la lista de apelativos que recibiera este personaje histórico que supo vivir aquí y allá, siempre en “la quinta”, ya de olivos, ya de hierro. Histórico y vigente aún hoy, mal que nos pese.
Tema controvertido por estos pagos, si lo hay.
Se puede ser de izquierda por aquí, y decirse peronista, y aplaudir a la derecha mientras se canta, al compás del bombo, eso de “combatiendo al capital”. El General alberga bajo su gorra y charreteras a un amplio espectro de la sociedad argentina. Desde lo más granado, hasta lo más humilde. De todo hubo y hay todavía. Que sigue haciendo sombra para bien o para mal, aunque de él no queden más que huesos. No pienso juzgarlo en sus facetas políticas o humanas en este encuentro con la verdad y mis lectores. Eso quedará para otro momento más oportuno, ya que es un tema en que la verdad verdadera la debe tener sólo el Todopoderoso. Cada argentino tiene “SU verdad” y ésta transita senderos que van desde la admiración más frenética, al odio más encarnizado, pasando por las tibiezas más anodinas (caso en el que me situaría, a pesar de haber tenido que aprender las primeras letras en un libro de texto que rezaba: “yo amo a Perón y amo a Evita”).

Lo traigo hoy a colación, porque pocos han descubierto su mejor faceta: él era un filósofo. Un pensador digno de acompañar en el bronce de las bibliotecas (siempre me fascinaron esas bibliotecas tan paquetas con sujetalibros de bronce) a los mejores filósofos griegos, o al mismo René, el de las afrancesadas elucubraciones.

El General pronunció -no sé en qué circunstancia, la verdad- su frase más célebre y lograda: “La única verdad es la realidad”.

Y a ella me remito, para analizar la vida. Sobre todo desde que debí prescindir de doméstico servicio para equilibrar aún más el desequilibrado presupuesto familiar. A esta circunstancia mi respuesta fue: “no hay problema, nos adaptaremos”. Y la verdad, la verdadera verdad es que ahora estoy más loca que un plumero.

“No te preocupes, que te vamos a ayudar con lo que haga falta”. La verdad verdadera es que estoy al borde del colapso, más sola que Adán el día de la madre. Y no me digan: “segundo lugar común”, o sea la verdad, frente a estas frases tan “originales”. Uno ya sabe muchas veces qué es lo verdadero y agradece que no se lo refrieguen por la cara.

“Si me necesitás, llamáme”, dice la tía comedida. Y una piensa que va a poder ir a la peluquería sin angustias por dejar sola a su madre mientras se embellece (una, no su madre, a la que una se dedicó a dejar embellecida a costa de su pobre humanidad). A decir verdad, lo de que una se embellece en la peluquería es un poco relativo, depende del estado de ánimo de la peluquera, pero hay verdades que mejor no analizarlas. La verdadera verdad es que, llegado el momento, a la tía la torturan los divertículos, y una se va igual, para lograr su verdad frente al espejo -esos sí que dicen las verdades verdaderas- pero con la tortura de imaginar un regreso con la madre en bancarrota.

Y no hablemos de las promesas que casi nunca se confirman en verdades.

Mami: “vuelvo a las seis”, “hoy dejo mi habitación ordenada, “me fue tan bien en el examen que me saqué un diez”.

La realidad se impone con regresos a las siete, ropa por todas partes y, con algún cuatro, que evitará el oprobio del rojo de un aplazo, pero que nos hará sudar la gota gorda para que el párvulo apruebe la asignatura y no nos deje sin vacaciones. La verdad es que a las madres no nos duelen tanto los aplazos por los aplazos en sí, sino porque nos hacen remar todo el verano.

La lista de verdades, casi nunca confirmadas por los hechos, sería interminable. Sin contar con otra que dejo para mejor ocasión: una lista de verdades a medias, dudoso equilibrio al que apelamos generalmente políticos, diplomáticos y nueras con pocas ganas de discutir.

Es por todo esto que repito a voz en cuello y a quien quiera escucharme:

El General Perón era, más que un militar o un político, un gran filósofo, destinado a la inmortalidad por su celebérrima frase:

“La única verdad es la realidad”.


Glosario:
“El que te jedi”: “El que te dije” (forma encubierta y “al vesre” de aludir al General Juan Domingo Perón en forma despectiva).

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