lunes, diciembre 25, 2006

111- Si Dickens viviera en Buenos Aires...(Caticrónica Navideña)


¿Quién no recuerda a Ebenezer Scrooge, el avaro y solitario personaje de “Cuento de Navidad” de Dickens? Todos, en alguna oportunidad, asistimos a la muestra de sus mezquindades y a su redención, luego de ser visitado por los espíritus del Pasado, Presente y Futuro.

Debo decirles que si el autor inglés viviera en este Buenos Aires 2006, y mantuviera un diálogo con quien esto les cuenta, podría escribir una joyita. Porque no me negarán, mis queridos lectores, que lo que me acaba de suceder en esta Nochebuena es digno de figurar en los anales de la mejor literatura navideña, con el valor agregado de su modernidad, ya que en este caso, la web y la radiofonía han venido a reemplazar a los espíritus que tanto modificaran la hosquedad de Mr. Scrooge.

Como ya dije muchas veces, en calidad de miembros activos del “TUVE CLUB” (Club que tienen los orígenes en la crisis argentina que, por suerte, un poquito está menguando –“tuve” coche, “tuve” casa de fin de semana, “tuve”…-) mi esposo y yo decidimos, hace ya varios años, prescindir del auto ya que, salvo en días señalados como ayer, el poquísimo uso que podríamos darle no justifica los costos de manutención que un vehículo implica; razón por la que nos manejamos con una compañía de radio-taxis que todo el año nos lleva y trae cuando hay necesidad. Y si no, en subte o democrático colectivo, que mal no viene contactarse con la gente, aún a riesgo de estropearse un poco las pituitarias.

Pero volvamos al tema central de la crónica: el lunes pasado llamé a la empresa de taxis para reservar viaje el 24 de diciembre a las ocho de la noche, llevando a mi mamá y su silla de ruedas, y se me informó que no se reservaban traslados ni siquiera para los clientes. Por más que protesté, no logré persuadirlos al respecto: rotunda negativa, y mi mamá varada en casa -la vuelta estaba asegurada, pero no queríamos importunar a la familia a una hora en que debía haber transporte público-.

Almafuerte es, gracias a mi abuelo Marcial, una de mis fuentes de inspiración vital, por lo que no dándome por vencida, ni aún vencida, diseñé una estrategia para tratar de convencer a quienes todo el año vivían de mí, presentándome personalmente en las oficinas de la empresa, y pidiendo que me dijeran ¡en la cara! que no nos reservarían el viaje…
…Me lo dijeron, dejándome en estado furibundo. ¿Para qué negarlo?

Pensé, entonces: ¿Y si “sindicalizamos” el pedido? Y me dirigí al Sindicato de Peones de Taxi que, a la sazón, tiene la sede a cincuenta metros de mi casa. ¿Resultado? Nulo de toda nulidad. Ni doblando el monto del viaje existía un taxista dispuesto al compromiso.

A esa altura “Los Taxistas” y Mr. Scrooge eran para mí una misma cosa. Tanto egoísmo en gente a cargo de un servicio público me hacía descreer de que quedara algún vestigio de humanidad detrás de un volante envuelto en amarillo y negro.

Casi descorazonada, decidí jugar el todo por el todo, y envié aquella carta a la radio en la que contaba lo que me sucedía. El periodista Daniel López, de Desayuno Continental, leyó mi mensaje, y a los diez minutos recibí un e-mail de la producción del programa informándome que un señor llamado: Miguel…¡Ángel! estaba dispuesto a comprometerse.

Hablamos por teléfono, y todo quedó convenido, aunque a esa altura ya no creía ni en la paz de los sepulcros, y pasé todo el día 24 con la sensación de que deberíamos empujar la silla con Doña Aurora adentro por más de veinte cuadras. Sin embargo, más que puntualmente, apareció “El Redentor de los Taxistas”, y trasladó a mi mamá negándose a recibir otro dinero que el que marcaba el reloj, pese a la insistencia de mi esposo.

Es por eso que convoco a Dickens a esta ciudad de contrastes, para que mi pequeña historia cotidiana de miserias y grandezas lo inspire en la creación de un cuento que lleve por título: “Navidad en negro y amarillo” o “Todavía queda “gente” en Buenos Aires”.

Cati Cobas

1 comentario:

Lola Bertrand dijo...

Cati me gusta entrar en tu "casita" y dejarte mi recuerdo del paso por ella, me gusta leerte , pero eso ya lo sabes.
¡Feliz Navidad! y un abrazo muy fuerte de Lola