lunes, diciembre 12, 2005

12-La Rosa Púrpura del Cairo


Ficticia

10 de Noviembre de 2002

Dicen que sólo a los argentinos nos gusta Woody Allen. En mi caso, debo decir que no me he perdido ninguna de sus películas. Claro que de ahí a ser protagonista de una de ellas…¿Recuerdan “La rosa púrpura del Cairo”? Me parece ver a la muchacha atravesando la nívea pantalla para vivir un romance con un espectador.
Aquí en Buenos Aires, “Azulina flor de jacarandá porteño” fui hace unos días; no hay ninguna duda.
Y no sólo yo, también Miriam Chepsy y Paola Cescon, habituales ciudadanas de Ficticia.Un martes de octubre, un taxi me llevó desde una punta a otra en esta ciudad enorme, hasta el metálico, marmóreo y minimal hall del Museo de Arte Latinoamericano sede del Congreso de escritoras de América Latina, nada menos. ¡Vaya pretensión! Tres ignotas ficticianas nos habíamos dado cita para un encuentro ¿intervirtual? ¿hipotextuado?Las encargadas de la mesa de informes no pudieron ocultar una sonrisa socarrona porque, para reconocernos entre la notable muchedumbre de perfumadas y elegantes literatas, decidimos portar sendas escarapelas celestes y blancas que en esta época del año, lejos de las fiestas patrias, podían interpretarse como signo de insanía o, por lo menos como producto de mentes ligeramente perturbadas.
Impertérritas, asombradas y felices ignorantes de nuestro “culturoso” entorno, nos mantuvimos las tres disfrutando como colegialas de una tarde diferente.
Eso de salirse de la pantalla de la computadora para sentarse a la mesa del Museo Renault era absolutamente de película, lo juro.
Fue casi un cumpleaños sin torta y sin velitas. Hablamos de viajes, de hijos y de amores; de mares y gaviotas; de sueños y poemas; de vida cotidiana y esperanzas renovadas. Y nos fundimos en abrazos tiernos, amorosos y nada cibernéticos. Claro que tuvimos un inconveniente inesperado. De a poco, la mesa empezó a quedarnos chica, porque sin que nos diéramos cuenta, se sentaron con nosotras, sin pedir permiso, la hermosa mujer del terremoto de Héctor en Santiago, Misia Jenomita de Alejandra, la vendedora de globos de la Chepsy, Jacinta la de Cleo, los japoneses de Daniel junto a Doña Abigail del mejicano Ruben . Estábamos por invitarlos a hacer su pedido cuando llegó el rutinario gordito oficinista de Diego para completar un censo y se escondió debajo de la mesa, el carnicero de Caterina al que perseguía su mujer. A la mujer del carnicero, la asesina del lápiz de Paola la conminó a terminar su sanguinario trabajo y el carnicero estaba por morir cuando apareció Elise, que decidió invitar a todos a refugiarnos de tanto caos, ocultos entre los entretelones de su teatro.
Ya salíamos para allá cuando sonó mi celular, noble y práctico fósil del uno a uno. Era el chofer del radiotaxi que me esperaba ansioso al pie de las escalinatas del MALBA.
¡Basta ya de soñar, Cati Cobas!… ¡a las cosas! Al jazmín y los geranios, basta ya de mármoles y congresos. ¡A preparar la cena, Rosa púrpura! ¡Basta ya de ensueños literarios y cibernéticos encuentros!
Cuando dudo y me pregunto si fue verdad lo que relato, releo, mientras me siento Cenicienta con el zapato gemelo del que poseía el Príncipe, un catálogo que reza: “Congreso de Escritoras…MALBA…Buenos Aires” y convoco a Woody Allen o al hada madrina con su calabaza y sus ratones. Así renuevo la esperanza de continuar la historia.
Miriam Chepsi y Paola Cescon se encuentran en www.Ficticia.com y www.chepsy.net

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