martes, diciembre 13, 2005

59-Monólogo de un culo clase media argentina



Ficticia y Sensibilidades
5 de Septiembre de 2004

Buenos días señores, la cortesía ante todo. La autora de este monólogo, que ha decidido darme voz, ha buscado para mí, por todos los diccionarios de la Web un sinónimo elegante, ya que le cuesta a ella también, por su innata “pacatería”, llamarme por mi nombre, pero tal parece que los diccionarios creen que no existo con otra denominación que ésta.
Decididamente, mi apelativo es: Culo.
Y lo peor es que hoy soy un culo contrariado. Dirán ustedes por qué. Pues porque soy uno de clase media argentina.
Ya sé, me dirán ¿Qué tiene eso de particular? Si son ustedes todos iguales…Pues no, señores, somos tantos como individuos, y es más, muchas veces más delicados que la cara, que siempre ha gozado de mérito e innumerables sinónimos, cuando nosotros somos tan necesarios para la vida como los otros orificios corporales.
Pero vayamos al grano, mejor dicho, al papel, que es el motivo de nuestros desvelos en este último tiempo.
Es verdad que mucha gente opta para nuestra higiene por el bidet, tan argentino, como el tango y el mate, pese a su afrancesado nombre. Cuando mis compatriotas viajaban, con el uno a uno, a otras partes del mundo, volvían asombrados diciendo: “Ché, ¿sabés que allá no usan bidet en los baños?” Pero convendrán conmigo en que el papel higiénico es un elemento de vital importancia para nuestra buena conservación. Cierto es que la humanidad vivió muchos años sin conocer este importante avance producto de la celulosa, pero, confieso que mi vida sin él sería en la actualidad muy complicada y antihigiénica. No olvidemos que soy un miembro de una especie en extinción, que estaba acostumbrada a vivir con ciertas comodidades desde los años cincuenta, y ha debido habituarse a hacerlo, con lo mínimo imprescindible, cuando no, a prescindir de lo mínimo, entre otras cosas, del papel higiénico de buena calidad, cosa que me ha convertido en un mar de lágrimas (cada uno llora sus miserias como puede).En otros tiempos, el papel higiénico suave, de doble hoja, con dibujitos, sutil y perfumado era accesible a muchos hogares y yo me complacía con sus caricias. Había papel que hacía juego con los azulejos del baño y con las toallas, y era una delicia encontrarse con esos trocitos cortados perfectamente por un precortado de fábrica. Ahora sólo puede hallarse, en los supermercados del norte de la ciudad, donde los culos elitistas aún lo disfrutan a unos precios exorbitantes, de imposible acceso para un maestro, un comerciante, un profesor de escuela, y muchos profesionales pauperizados. Si pertenecemos a alguna de las humanidades antes mencionadas, debemos conformarnos con los de una sola hoja, que se cortan a puro desgarro, que nada absorben… ¡y cómo raspan, Señor! ¡Qué fastidio e incomodidad! ¡Cuánto sufrimiento a partir del 2002!
No ha habido nada que hacer, hemos debido resignarnos y habituarnos a estos nuevos papeles, los únicos que puede costear el grupo social al que pertenecemos. Y además, hemos debido consolarnos porque podemos advertir, en las góndolas de los supermercados, que se está ofreciendo un papel más barato aún, denominado ecológico, marrón tan oscuro como lo que debería limpiar y con una textura idéntica al papel de lija al que decididamente me niego.
Y desde ya les digo: si me obligan a emplearlo, me convertiré en el Primer Culo Piquetero de la República Argentina.

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