martes, diciembre 13, 2005

27-Aprendiendo a sisar



Ficticia
4 de Mayo de 2003

Queridos lectores: alguna vez hablé del grupo social al que pertenezco como “jamón del medio”. Esta es una crónica propia de ese grupo, que, con todos sus errores y miserias, era muy importante en la vida de mi tierra y lo es en muchos otros lugares. Eso no significa que no comparta los dolores y penas mucho mayores de muchísimos compatriotas o ciudadanos del mundo, incluidos los ciento cincuenta mil inundados de la provincia argentina de Santa Fe. Pero una sonrisa es otra mirada para las cosas cotidianas y sólo eso pretendo con mi crónica: hacerlos sonreír. Ahí va, entonces.En una zarzuela cuyo nombre no recuerdo, la sirvienta que aspiraba a más, cantaba “aprende a sisar” con mucha donosura. Sisar es recortar para que la sisa del traje siente bien al que lo porta. Por extensión hablaba la canción de la posibilidad de recortar gasto en los menús y la compra, sin que la patrona se diera cuenta, para ir haciendo, de a centavos un capitalito que le permitiera a la rapaza llegar a la independencia.Y sisando me encuentra hoy la vida, clase media cuesta abajo haciendo frente a un costo de vida dolarizado con un sueldo de uno a uno, sisando a diestra y siniestra, a lo largo de todo el mes, pero hoy es día treinta y la heladera ya hace eco. No les cuento cómo se halla la despensa.
Llega el marido del trabajo. “¿Otra vez fideos?” A lo que respondo imitando con voz solemne a mi suegra en su frase celebérrima: “Que nunca te falten…”
El nene, esto es un decir, porque está más alto que yo el simpático infante, vuelve famélico del cole: “Má ¿no hay más chocolatada?” “Mirá, nene, con los dos platos de polenta que te comiste a mediodía, mejor un té con leche con pan y manteca, la chocolatada te puede caer pesada.” “¿Y la manteca no?”, me responde el benjamín de la familia.Mis amados hijos, en la edad del crecimiento, parecen convertirse en estos días en el tiranosaurio de Jurasic Parc. Pienso que hasta lo hacen a propósito como para torturarme por haber llegado a fin de mes en estas condiciones.
Hasta mi madre, tan despierta como el dinosaurio chocolatero, pese a la afasia, me recuerda con simpático gesto que hoy se terminó el Atlansil y debo proveer el nuevo envase para el día siguiente a la mañana.
Cada día que pasa me pregunto dónde más debo sisar, pero lo que antes nos hacía vivir con absoluta dignidad hasta terminar el mes, sin grandes lujos, pero con la pirámide alimenticia bien cumplida, ahora alcanza hasta el veintipico. Y eso que maña me doy les aseguro. Que no hay mallorquina de sangre que sisar no sepa.
En eso, escucho a Misha emitiendo un agudo maullido, miau, miau, de barriguita vacía. Es el colmo. ¡Hasta la gata está en mi contra! Comprendo que no se alimente con otra cosa que balanceado, pero el paquete chiquito subió al triple. ¡Podría conformarse hasta mañana con un tazón de leche! Decididamente, el felino reclamo me conmueve. Y decido, salomónicamente, repartir los dineros que quedan hasta el día siguiente, en que mi marido cobra, entre mi madre y la gata, mientras me juramento no volver a este erial dentro de treinta días.
Aprenderé a sisar el doble, el triple, que rico es el que de todo prescinde. Eso sí, sin comer pasar podría, pero nunca, nunca sin Ficticia, así que ya saben, si dentro de unos meses leen en algún periódico que hallaron el cadáver de una aprendiz de literata sisadora derrumbado sobre su “computer”, soy yo que he sucumbido, pero sin haber sido derrotada en espíritu, por los aumentos de precios desmedidos y los sueldos que duermen el sueño de los justos
.

No hay comentarios.: