jueves, diciembre 20, 2007

156-Mis dos amigos


Cuando los amigos nos regalan algo quieren, sin duda, permanecer junto a nosotros. Algunos, como Gaviola, nos dejan un ser vivo, una planta, por ejemplo, para así continuar a nuestro lado. Otros, como Rosa, dicen “te quiero” en cartulina de letra menuda y primorosa para vestir de arco iris el día más aciago. Y algunos más eligen un muñeco, una estatua, una figura que, de algún modo, los represente.

Es así como en la repisa vecina a mi computadora conviven, desde hace mucho tiempo, dos amigos.

Uno, está hecho de arcilla, y representa la sabiduría. Es “el mono sabio”, el famoso mono tripartito que no ve, ni oye ni habla. Todavía no logro hacerle caso y temo que el día en que lo consiga será porque habré llegado, finalmente, a la vejez. Me lo dio mi amiga Alicia, compañera de caminatas en el parque, aquélla con la que compartimos dolores y alegrías cotidianas bajo los jacarandaes y los paraísos, mientras nuestros hijos se alejan, cada vez más, del delantalito a cuadros del jardín de infantes donde nos conocimos. Aquélla, que no sabe de poesía ni floreos literarios, pero que recibe, en custodia, generosa y desinteresadamente, cada verano, los documentos de mi madre, con un “no te preocupes…si hay que internarla, yo me encargo”. Aquélla, a la que debo mis únicos quince días con sol y libertad al año, desde hace casi diez.

El otro, es un toro un tanto bizco. Su cuerpo de paño negro contrasta con la boca carnosa y con el blanco de unos blandos cuernitos con forma de paréntesis. La escarapela española, junto a su corazón, me trae la voz y el sentimiento de alguien con quien nos debemos el abrazo desde que nos conocimos a través del ciberespacio.
Ese torito la resume. Es su síntesis perfecta: aunque el color negro de su piel habla de penas o sufrimientos, tiene esas graciosas astitas para embestir, defendiendo aquello que le parece justo, pero, a la vez, es blando y mullido en las entrañas y suave al tacto cuando uno lo acaricia.

¿Qué representa este embajador trasatlántico? El torito me recuerda cada mañana que al otro lado del mundo hay alguien como Ángeles. Con quien compartimos la alegría de expresarnos y también muchos silencios, más elocuentes todavía. Alguien, que me hace sonreír desde lo más hondo de su generosidad y, a veces, a pesar de mí misma. Alguien, con quien viajo, sufro, me alegro, me enfermo, me mudo, me divorcio y me reconcilio a
la distancia. Alguien, con quien compartimos proyectos y aventuras en este goce que es escribir para nosotras. Alguien, que me ha hecho más fáciles muchos de los difíciles amaneceres de estos últimos siete inviernos de mi vida.

Por todo eso, todos los días, les doy al mono sabio y al toro cañí mi primer saludo mañanero. Y en ellos, en lo que simbolizan, renuevo la creencia de que la amistad existe y que hay en este mundo muchos seres por los que vale la pena seguir hacia delante.

Cati Cobas

Dedicado a mi amiga Ángeles Cantalapiedra


1 comentario:

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

No tienes sentimientos, si no, no entiendo cómo puedes hacer llorar a una pobre mujer a las 6,30 de la mañana mientras cae cadenciosa la nieve en madrid. Menos mal que estoy encantada de haberme conocido y a Ángeles puedes decirle cosas bonitas, que yo, la más Lola de todas las Lolas, dura como un roble, sé que tú y ella sin mí pues..., eso, ¿a mí me quieres también un poco?
Lola envidiosa