viernes, junio 30, 2006

93- “Las chicas” de Le Petit y el Mundial de Fútbol de Alemania 2006




Escribo mi crónica mundialista unos días antes del partido por cuartos de final con Alemania. Porque cuando nos veamos frente a frente con los teutones tengo la ligera impresión de que no me van a quedar palabras.

Cuando Argentina juega los partidos por el Campeonato Mundial de Fútbol, toda ella es una fiesta. Y mi barrio no se queda atrás, por supuesto. El celeste y blanco envuelve las calles de Parque Chacabuco, y los balcones y las antenas de radio de los taxis flamean al compás de la esperanza.
Nos volvemos más buenos, más amables. Hay un tema para decir algo más que “buenos días” en el ascensor y cualquier fila en el banco o en la farmacia se convierte en un programa deportivo.

Las mujeres, que antes ignorábamos bastante estos eventos, nos hemos vuelto fanáticas de nuestra Selección. Sabemos los nombres de “nuestros” muchachos y nos entusiasmamos tanto con ellos que comenzamos a desvariar. Díganme si no cómo es posible que Peckerman me parezca igualito a Richard Gere y Crespo, más buen mozo que Antonio Banderas.

Yo, que siempre pregoné que el fútbol no me interesaba, que era cosa de varones, me encuentro presa de unos síntomas y signos que hablan a las claras de una dolencia de lo más molesta a la que he dado en llamar el “Síndrome de la Madre del Arquero”. (Para los españoles guardameta o guardavalla). Sufro lo indecible por la progenitora de Abondanzieri recordando mis tormentos cuando presenciaba el desempeño de mi Fernando en el Club Social y Deportivo Primera Junta. No quiero ni pensar en esa mujer y su tortura. La empatía me desubica, y me paso los minutos preguntándome por qué siempre hay una excusa para los defensores y los atacantes, ya que el pobre arquero es una especie de Cristo que en cuanto se equivoca pasa a convertirse en el responsable del partido. Me pongo en el lugar de la pobre mujer, y comprendo que para una madre de carne y hueso, muy distante de Nuestra Señora, ver a su muchachito convertido en “Cordero futbolístico” debe ser lo peor que le puede pasar. Así que cada vez que nuestro arco está en peligro, yo traspiro y tomo mate mientras articulo conjuros irreproducibles e indignos de una señora de mi edad y condición, razones todas que me han decidido a considerar la hora de los partidos de Argentina como la mejor para hacer los mandados aunque me ha parecido advertir en el rostro de mis atentos proveedores un dejo de sonrisa burlona (que traducida en buen romance debería interpretarse como: “¡Que trastornada esta mujer, venir justo ahora!”).

Imaginen ustedes la situación: comercios despoblados de clientes, televisores que echan humo y yo… ¡pidiéndole a mi carnicero un kilo y medio de milanesas! Juan, el Precursor tiene cara de asesino cuando debe filetear la carne y quitarle a Tevez los ojos de encima. Y lo mismo ocurre en la verdulería, aunque el verdulero, como todos los que hay por aquí, sea un peruano hecho y derecho que se limita a farfullar algo sobre alguna hortaliza que no alcanzo a descifrar.

Entiendo que en pos del ansiado triunfo, cada uno debe mantener sus cábalas sin claudicar, por ridículas que estas sean. Por ejemplo, mi cuñada tiene una muy utilitaria: teje, durante los partidos, unas larguísimas bufandas mientras musita algo como “fuera la mandioca, mañana juega Boca”, palabras que le han dando resultado tanto en el 78 como en el 86, según ella. Su teoría es que en los mundiales en que no la siguió perdimos de manera bochornosa. Por otra parte, y gracias a tan peregrina idea, toda la familia anda abrigada con costos mínimos. A eso llamo yo ser una mujer de provecho.

Como mi recurso para no trastornarme del todo con este síndrome que me aqueja -y por otra parte convengamos en que nadie me soporta medio chiflada en el living de mi casa sin contar con que hasta ahora, y merced, sin duda, a mi peregrinar barrial durante los partidos, la selección Nacional ha ido superando etapas- es salir a hacer las compras y espiar el partido en los televisores de los comerciantes, no dejo de huir de casa apenas comienzan los partidos. Esto, los días de semana es fácil de lograr, pero cuando Argentina juega los sábados por la tarde, el único comercio abierto es…la panadería. Es en ella donde realizo un descubrimiento digno de Flemming o de Edison.

Porque según mi humilde opinión de socióloga improvisada, en “Le Petit”, la panadería de Centenera y Asamblea, radica la esencia misma -o, mejor, decimos, en virtud del comercio del que estamos hablando, la levadura, y la harina mejor cernida, ¿verdad?- de la argentinidad mundialista; y me atrevo a afirmar que sin Mundial también. Para empezar, considero a la panadería un símbolo de la argentinidad ya que todos los argentos nos pasamos las dos horas de partido a puro mate y factura. La segunda razón de mi teoría será explicitada a continuación, y espero que convengan conmigo en que no deja de tener su fundamento, con perdón de Carlos Arguiñano.

Le Petit, tradicional en este barrio, tiene un aire entre antiguo y semimodernizado que no la convierte en un placer estético, según como se mire, porque sus bandejas con masas, sus estantes con factura y esos enormes canastos llenos de pan dorado y crujiente nos tienen a todos fascinados. Y en día de partido hay guirnaldas y globos albicelestes como en el mejor cumpleaños.
Ahora hablemos de… ¡”las chicas”! Ahí está lo superlativo: Las vendedoras de “Le Petit” son tres. A cual más coqueta y simpática. Responsables de muchos de los kilos extra que ostentan (u ostentamos) los habitantes de esta zona, nadie se resiste a sus sonrisas, al buen trato y a los coloridos uniformes con que envuelven su silueta. Y eso sin mencionar las mediaslunas y los churros rellenos, por supuesto.

Pero volvamos al Mundial. Uno entra a “Le Petit” mientras la Selección juega y ve a las muchachas luciendo, muy orgullosas, unas ceñidas camisetas celestes y blancas. Lo hacen con vital alegría, mostrando la fuerza que le quieren dar a los jugadores que están tratando de vencer a los rivales a pura corrida y gambeta. Y atienden, entusiastas, a los pocos parroquianos que, como yo, han decidido emplear ese tiempo en que el país se paraliza para proveerse de las cosas ricas que ellas venden. Gritan, sufren y se emocionan con cada pase, con cada esperanza de gol.

Es ahí, precisamente ahí, donde encuentro la esencia misma de la argentinidad de la que hablaba antes porque Tere, vivaracha y decidida, es uruguaya, Mariel, la coqueta hija del dueño, argentina y Patricia, la más callada, de la hermana República de Bolivia. Convengamos, además, en que el orgulloso propietario vio la luz hace unos cuantos años en Logroño y el jefe de horno es napolitano. Y hoy todos están (y estamos) tras los pies del “Equipo de José”, con la ilusión de avanzar un paso más y sentir que en algo, todos juntos y sin importar de dónde vinimos (como siempre ha sido aquí, por otra parte), vamos a tener una alegría luego de varios años de sufrimiento y tirar del carro.

Tal vez, dirán mis lectores, es una alegría efímera, con pocas probabilidades de prolongarse más allá del próximo viernes en que jugaremos con un temible equipo. Pero eso sí, la imagen de mis panaderas, que saben vestir tan dignamente la camiseta de la tierra que las recibió con generosidad y brazos abiertos, sin olvidar, como corresponde, la bandera de la patria que las vio nacer, va a quedar para siempre en mi retina como un cuadro digno de tenerse en cuenta más allá de triunfos y derrotas.

Acotación final: Cuando fui por el documento gráficopude fotografiar solamente a Tere y Patricia (de izquierda a derecha). y confirmando mi teoría de que los tríos son siempre cuartetos, les regalo dos fotos del equipo completo: En la foto en la que "Las chicas" de LE PETIT están de colorado: de izquierda a derecha: Mariel, Patricia, Tere y la "chica suplente" cuyo nombre les debo, queridos lectores.


Cati Cobas

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy divertida esta "caticrónica", si hasta ganas de estar ahí comiendo facturas me dieron. Graciosa la cábala de las bufandas.
Una amiga sueca también teje mientras juega su equipo.
Lindas las chicas y excedida de peso, sólo una, las otras son flaquitas! Y la uruguaya...de q parte de Uruguay es?

Abrazo grandote
anita