viernes, enero 16, 2009

212-¿San Joaquín y Santa Ana o el Gauchito Gil y sus tacuaras?

Habrán podido observar, estimadísimos amigos, que hace casi quince días que la inspiración me ha soltado de su mano. Pero sepan que todo tiene un motivo, una razón, una causa fundadísima. En este caso se trata de la más absoluta decepción.

Recordarán ustedes que me hice el firme propósito de vestir de blanco en Año Nuevo. ¿Cierto? Pues sepan, mis lectores, que he descubierto que lo peor que puede hacer un mortal que quiera sobrevivir a los tiempos que le tocan, es vestir de blanco en Año Nuevo. Y cuando digo lo peor, es “LO PEOR”.

Les cuento que me esmeré sobremanera para esperar el 2009. Preparé velas, flores, comida deliciosa, ánimo alegre pero a la vez sereno…Todo inútil. Los Orixas no son para mí. ¡Basta de velas y de buzios! El próximo año me vestiré de rojo, de verde, de amarillo pero no volverán a verme de blanco ni en un siglo porque peor no podría haberlo acabado y ni hablemos del comienzo!

Para comenzar a ponernos en situación tengamos en cuenta que quien esto escribe, hace diez años que tiene a su cargo a su madre, que este año cumplirá noventa, y se halla, ella misma, en vías de ser una total sexagenaria, lo cual es absolutamente in-di-ge-ri-ble. Si a lo antedicho le sumamos suegra y tías varias, todas más cerca del centenario que de la cincuentena y el hecho de ser la propietaria de menor edad del edificio donde habita (no contando, claro está, a la vecina que se destaca por sus efusividades amorosas) ya sabremos cómo la gasta en esto de “lleva muy bien los años” o “se conserva magníficamente”, por ejemplo. Es que los años cumplidos por los convecinos y por una misma tienen consecuencias muy concretas, que hacen a la habitabilidad de un sitio y a la convivencia en el mismo, a no dudarlo, porque si se trata de “mayores mayorísimos” están a la orden del día olvidos, confusiones, malentendidos, percances y todas las complicaciones que pueden ocurrir cuando la vista el tacto, el olfato y el oído comienzan a teclear un tanto. Y, sobre todo, cuando la falta de nutrición en las neuronas y el umbilicalismo exacerbado que trae aparejada (a veces) la vejez, produce malhumor y falta de empatía, ya que, volviendo al tema de los cinco sentidos, se sabe que “no hay peor sordo que…”

Como para, en vez de vestir de blanco, ocuparse de poner en el hall un altarcito en honor de San Joaquín y Santa Ana, los padres de la Virgen María, que por haber concebido a edad avanzada se consideran patronos de los que peinan canas. Digo lo de poner un altarcito porque así tal vez se acabarían los disgustos edilicios que han anulado los efectos altamente positivos que las albas vestiduras hubieran podido tener en su momento.

Para muestra: varios botones. ¡Y de nácar…!

Eran las tres de la tarde del último día de 2008 cuando nos avisaron que a nuestra vecina, ubicada unos pisos hacia abajo, se le estaba inundando el departamento. Recordarán que colaboro con el Consejo de Administración del edificio ¿No? Pues eso valió para preparar el consabido vitel toné en medio de llamadas telefónicas intensivas y amenazantes ditirambos varios. Para que la Waldorf se pusiera negra al olvidarnos el jugo de limón y las flores del centro de mesa se secaran por falta de agua. ¡Como para acordarse del florero si dos pisos más abajo, el líquido elemento era precisamente lo que sobraba y si no dejaba de sobrarle rápido a la vecinita encocorada, los que íbamos a quedar sin agua seríamos todos los vecinos, ya que la inundada dama amenazaba con la fuerza pública, con cortar el agua, con…

Una pensaba, mientras se olvidaba del limón antioxidante y se cortaba con la lata de atún recién abierta, que si a la señora “le” llovía, el problema debía corresponder a alguna avería en el piso inmediato superior pero…la habitante del mismo, otra avispada miembro de la conspicua tercera edad, estaba contemplando la nueva piedra movediza de Tandil, “trucha” pero interesante a no dudarlo. Contemplando dicha piedra, digo, felicísima e ignorante de lo que sucedía bajo la losa de su departamento, por supuesto. Por consiguiente, nunca hubo huevos peor rellenos que los que se degustaron en mi casa el 31 de diciembre. Los iba preparando mientras trataba de imaginar cómo se podía acceder al departamento de la mentada turista cuya hija, supuesta poseedora de la llave, no se localizaba por ninguna parte, al igual que la llave misma. ¡Ay Señor! Finalmente, ante la amenaza de pasar la noche del 31 sin agua, cuando ya estábamos por pedirle prestado el perro a la señora del 2º B para que lamiera los platos de la cena que soñáramos de blanco reluciente, llegó la hija de la viajera y cerrajero mediante (la llave continuaba brillando por su ausencia)… ¡Oh sorpresa! La señora había olvidado la canilla del balcón goteando y, “previsora”, tapado el desagüe del balcón con un ¡trapo de piso!, con lo que el mismo era la laguna de Chascomús antes de la sequía…

No había terminado de reponerme de la amenaza de aridez cuando me pareció oír ruido de llave en la cerradura de casa. Otra viejita encantadora, que habita en el contrafrente, me preguntaba qué hacía yo en su departamento. Tuve que hacer venir a mi marido para que viéndolo comprendiera que ese no era su departamento, pero tardé como media hora en la lucha explicativa y recién cuando la acompañé a su casa, y vio a su esposo, se quedó tranquila, comprendiendo que se había confundido de piso y puerta. ¡Bendita sea! A esa altura yo ya tenía ganas de vestirme de negro, de enlutar mi último 31 de diciembre con cincuenta y muchos años rodeada de tanta vetustez.

Para completar los contratiempos gerontológicos de la víspera del 2009, estaba dirigiéndome a la puerta principal del edificio para recibir a mis primeros invitados cuando patiné frente a los ascensores con una sustancia pegajosa, faltando nada para que mis blancas vestiduras acabaran, junto con mi osamenta, rodando por el suelo. Preguntándome con qué había resbalado, llegué a la entrada, y me volví a topar con la dulce ancianita confundida, la que me explicaba, muy tierna ella, que la causa de mi resbalón era nada menos que la ensalada de fruta que ella misma había preparado con sus propias manos y que ahora estaba por llevar a lo de su hija. Mucho lamentaba, la pobre abuelita, que la mitad del jugo azucarado de su dulce ensalada hubiese caído frente a los ascensores… ¡Ay, ay, ay! Imaginen la cara con la que recibí a la gente…imagínenme, sobre todo, se los ruego, inmaculadamente ataviada, trapo de piso en ristre, en desigual lucha contra la sacarosa.

Por eso, el 1º de este nuevo año que recién comienza me encontró, les aseguro, hurgando en mi misal en busca de alguna vieja estampita de los papás de la Virgen con la esperanza de que su accionar protegiera eficazmente a tanta senilidad habitacional como la que amenazaba trastornarme totalmente a pesar de ángeles, velas y blancuras pero…a los pocos días me convencí que tenía que ir en pos de algún otro recurso de protección porque a mis vecinas ni san Joaquín las mejora, ya verán…Por eso se me ocurrió que tal vez el Gauchito Gil…

¿Saben ustedes quién fue el Gauchito Gil*?

“Antonio Mamerto Gil Nuñez, más conocido como "El Gauchito Gil" o como "Curuzú Gil" (del guaraní curuzú=cruz) es quizás uno de los más importantes representantes de lo que Marta De Paris denomina Santoral Profano Correntino (1988). Desde hace más de cien años tiene vigencia en su provincia, pero en los últimos años ha trascendido primero al litoral, en especial Misiones y Formosa, y luego al resto del país. Hay lugares de culto desde Salta a Ushuaia. El Gauchito Gil vivió entre 1830 y 1870, tiempos de enfrentamientos políticos entre autonomistas y liberales en Corrientes. Al negarse a pelear, Gil fue acusado de "desertor" por los liberales, que decidieron fusilarlo. A su ejecutor le anticipó la enfermedad terminal de un hijo, pero le ordenó que invocara su nombre ante Dios para curarlo. Hecho el "milagro", comenzó el culto al Gauchito.

Para algunos era un cuatrero, un gaucho alzado, un fugitivo al que le cargaban todos los hechos delictivos sin resolver. Para otros era "Robin Hood", les robaba a los ricos (en especial a los que se aprovechaban de los paisanos) y les daba a los pobres y ayudaba a quien lo necesitara. Era un gaucho justiciero. Hacía lo que muchos no se atrevían a hacer. Era un vengador de sus desgracias.”


El 8 de enero es, precisamente, el día dedicado a la veneración de este santo profano de mi tierra y creo que vamos a tener que nombrarlo definitivamente protector de nuestro geriátrico edificio porque de no ser por él, en su día, no sé si hubiésemos contado el cuento…(Continuará)

Cati Cobas

Más sobre El Gauchito Gil:
“El Santuario principal se encuentra en el cruce de las rutas Nº 123 y 119, a 8 km de la ciudad de Mercedes (antigua Pay-Ubre). Desde lejos se observa el centenar de tacuaras (cañas) con banderas rojas, el mausoleo con las placas de agradecimiento y una enorme cantidad de ofrendas similares a lo que ocurre en el santuario de Vallecito de la Difunta Correa: muletas, vestidos de novia, juguetes, casas hechas en miniatura, autitos. Estampitas del santo con los pedidos escritos detrás o con expresiones de agradecimiento.

Las tacuaras (cañas) con banderas coloradas son indicadores de los lugares de culto ubicados a la vera de rutas y caminos.
El color rojo es el distintivo del Gauchito Gil y se manifiesta en velas y fundamentalmente en cintas con el pedido o agradecimiento escrito. Es costumbre dejar una cinta atada a las miles de cintas que hay, y retirar otra ya "bendecida" por el santo que se coloca en la muñeca, en el espejo del auto o en algún lugar privilegiado de la casa para que proteja o ayude.
Varios días antes del 8 de enero, fecha del aniversario de su muerte, comienza a congregarse la gente y pasar la noche en carpas. Se improvisan negocios, bailantas la compás del chamamé, kioscos que venden bebidas y recuerdos. Los jinetes se acercan llevando banderas y estandartes en tacuaras para dejar en el lugar, que también se cubre de flores rojas. El cura de Mercedes oficia una Misa por el alma del Gauchito. En el terreno donado por el estanciero se construyó un tinglado donde se acumulan las ofrendas, sitios para encender velas y edificios con baños, duchas, bares y otras comodidades para aquellos que se acercan a orar.”

*
www.naya.org.ar
http://www.clarin.com/diario/2009/01/09/sociedad/s-01836189.htm

3 comentarios:

Unknown dijo...

jajajajajaja,no paro de reir y de mover el teclado, monitor, etc.etc.Bienvenida Cati a tus deliciosas Cronicas.
Te prometí y cumplí con vestir mi mesa y yo misma de blanco, jajajaaj
sabes que también hubo algunos digamos"inconvenenientes"? que también me hacen reflexionar sobre el uso del blanco la noche del 31 de diciembre.
Un saludo
Susana

CATI COBAS dijo...

Muchísimas gracias, Susana, mi lectora fiel...Un abrazo de Cati

RosaMaría dijo...

Bueno, bueno, que me has alegrado la noche, solo que las pasaste canutas. Un relato digno de interpretar por Gasalla, de ilustrar por Dalí, en fin que desopilante. Lo lamentable fue tu noche, en fin inolvidable verdad?
No la volverías a repetir? Una experiencia diferente. Leí el que sigue a este pero no me quiero reiterar, está fenomenal también.
Al gauchito Gil no lo conocía, todas tus crónicas aportan un dato interesante. Gracias. Te mando un abrazo, no sin antes decirte que supersticiones fuera... Este 2009 ponete el blanco para romper la racha.
Otro abrazo. Es un gusto leerte.