martes, diciembre 13, 2005

30-¡El tiempo! O peripecias de una microempresaria



Ficticia
5 de Julio de 2003

“¡Saquen una hoja!”, dijeron en Ficticia. “Redacción tema: El tiempo”.
Cuando me ocurría esto en el Normal, me devanaba la sesera en busca de ideas únicas, originales, que impactaran a “la señora de Cogorno”, mi directora y profesora de Castellano.¿Y ahora? ¿Qué puedo contarles del tiempo, de mi tiempo, de este tiempo?
Ya sé. Voy a contarles de este tiempo de mi vida en el que me falta tiempo y en el que el tiempo me enloquece.
En Argentina, a partir de la crisis y de darnos cuenta que pataleando se puede subir desde el fondo del pozo, hay una parte de la clase jamón, como yo he dado en llamar a los que no somos ni de arriba ni de abajo, a la que se le ha ocurrido que la solución se halla en los “micro-emprendimientos”. (Escribo la palabra y el corrector automático del word me pone un menos uno.) La palabreja significa inventarse un trabajo que no existe, para una clientela conjugada en potencial o, lo que es peor, en futuro imperfecto.
Y como no pude sustraerme a la corriente, heme aquí, convertida en microempresaria.
“Una puerta al sol”, se llama mi taller barrial para mujeres a las que les guste crecer, mejorar en su autoestima, recrear su espíritu mediante el aprendizaje de las artes y artesanías, los talleres literarios, las conferencias, el cine debate, en fin, la cultura.
¿A qué viene que esta buena mujer nos cuente esto?, dirán ustedes. He aquí el meollo del asunto, el quid de la cuestión, el tema: “El tiempo”. ¡Sí! Mi tiempo debería poder estirarse como un chicle, no hay ser humano que pueda en veinticuatro horas preparar cuatro comidas para seis (no puedo olvidarme de la gata), llevar jovencitas a la escuela, enseñar ecuaciones con dos incógnitas a alguien que lo único que quiere es ser guardavalla del Club Atlético Primera Junta, acompañar a la honorable progenitora a hacerse la permanente, sonreír al marido dos veces en el día, renegar con el gasista, que le ha roto la pared al colocar las estufas en el tallercito, repartir a pie en el barrio infinitos folletos para que el micro-emprendimiento se conozca, convencer a las profesoras de que nuestra idea es genial y si nos acompañan, formarán parte de un éxito en Parque Chacabuco, y como si todo esto fuera poco…escribir en Ficticia sobre el tiempo.
“Una puerta al sol” se abre en Parque Chacabuco, dice el folleto. Pues para que sepan, hace tres semanas que llueve sin parar. El cielo porteño, siempre amado por mí, por lo celeste y soleado está gris y la humedad pringosa brota por todas partes en mi tallercito, reciclado con cariño, en una casa antigua. Las paredes resuman agua. El tiempo, el otro, el meteorológico, también está en mi contra. ¡No hay derecho! Hace tres semanas ¡cuánto tiempo! que el bendito sol tan deseado no viene a saludarme. Si no cesa de llover no puedo tapar la pertinaz gotera que continúa invadiendo una de las aulas. ¿Y en Ficticia me piden que del tiempo escriba?
¡Basta amigos! Ha sido suficiente. Espero que para mí, llegue pronto un hada que me diga: “tiempo al tiempo” y me regale un arca del mejor tiempo que existe: el de la alegría de construir y crecer, sin tenerle miedo a la palabra tiempo, en ninguna de sus infinitas acepciones.

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