domingo, diciembre 11, 2005

10-El sueño del jardincito propio



Ficticia

9 de Octubre de 2002 10

“Una dama bien vestida siempre usa medias” rezaba una pauta publicitaria de antaño.Hay pequeños detalles de la estructura ciudadana que vienen a ser como el corpiño o la bombacha (“sutien” y braga, respectivamente, si es que hay algún lector amigo de la Madre Patria) de una ciudad. No se advierten fácilmente, pero reflejan, según creo, aspectos de la personalidad de algunos compatriotas, que considero dignos de analizar. Es como si una señora muy casta y elegante, fuese descubierta con un conjunto de ropa interior granate, de sensuales portaligas, al estilo bataclana, debajo del trajecito Chanel. No es trascendente, pero no me negarán ustedes que la contradicción es importante. Me aboco a este tema porque considero que detalla en un hecho banal, si se quiere, una parte de los argentinos que podríamos mejorar ya que según creo, no todo lo malo viene de afuera y mucho nos cuesta entender bien eso de “la cosa pública”.Ahí va, después de estas disquisiciones filosóficas, el pequeño detalle del día de la fecha.No sé si mis conciudadanos observaron que, al no hacerse efectiva multa alguna por contravenciones a las normas para convivir con urbanidad en nuestra bendita urbe, muchos han elegido la vereda, como bautizamos aquí a las hispánicas aceras, como espacio para materializar el sueño del jardincito propio.
Hace unos años, algunos convecinos decidieron impedir que el coche del prójimo próximo, estacionara en la calzada frente a su casa. Hablo, por supuesto, del trozo de acera frente al cual se permite estacionar.
Acudiendo al ingenio criollo, aparecieron en muchos barrios clase media medio pobre, unos canteros de mampostería rodeando el pequeño cuadrado que procuraba tierra a los sarmientinos árboles que engalanan nuestras calles. De ese modo, para evitar chocar la puerta del vehículo contra el mampuesto, el conductor elegiría otro lugar para detenerse.Así, contraviniendo todas las normas y reglamentos del honorable Digesto Municipal, los ciudadanos se adueñaban del espacio público, que no son otra cosa las veredas. Así fue como en esos jardincitos diseñados para impedir estacionamientos indeseados se fueron cobijando geranios, madreselvas, alguna planta de interior ya casi muerta, el potus de la nona que adentro se secaba, un brote de gomero, en fin, las más variadas especies vegetales sin orden ni concierto.
No es que esté mal engalanar la vía pública, pero entiendo que no se puede disponer indiscriminadamente del espacio que a todos pertenece.
Además, ¿saben ustedes quiénes son los regadores de canteros, gentiles jardineros de estos jardines del subdesarrollo? Los mastines y galgos protectores de robos en las casas que a hacer pipí concurren en la del vecino.
A propósito, otra vez aquí ha entrado a tallar el ingenio que consume algunas mentes. Los apropiadores de veredas han colocado botellas de gaseosa llenas de agua pues dicen algunos que éstas ahuyentan a los perros.
Así es como los perros se han ido y ahora la municipalidad avisa a los vecinos que estemos alerta, porque probablemente, el agua estancada en los botellones ahuyente los perros, pero ¡convoque a los mosquitos y su Dengue!
¡Ay Don Pedro de Mendoza!... creo que como usted y sus fundadores vamos a terminar los sufridos habitantes de la otrora Reina del Plata, pero no por un bravo malón de encarnizados indios, sino por las consecuencias que a nuestra salud traen los inconscientes invasores del espacio urbano con los perros, los mosquitos y los Dengues.

“Una dama bien vestida siempre usa medias” rezaba una pauta publicitaria de antaño.Hay pequeños detalles de la estructura ciudadana que vienen a ser como el corpiño o la bombacha (“sutien” y braga, respectivamente, si es que hay algún lector amigo de la Madre Patria) de una ciudad. No se advierten fácilmente, pero reflejan, según creo, aspectos de la personalidad de algunos compatriotas, que considero dignos de analizar. Es como si una señora muy casta y elegante, fuese descubierta con un conjunto de ropa interior granate, de sensuales portaligas, al estilo bataclana, debajo del trajecito Chanel. No es trascendente, pero no me negarán ustedes que la contradicción es importante. Me aboco a este tema porque considero que detalla en un hecho banal, si se quiere, una parte de los argentinos que podríamos mejorar ya que según creo, no todo lo malo viene de afuera y mucho nos cuesta entender bien eso de “la cosa pública”.Ahí va, después de estas disquisiciones filosóficas, el pequeño detalle del día de la fecha.No sé si mis conciudadanos observaron que, al no hacerse efectiva multa alguna por contravenciones a las normas para convivir con urbanidad en nuestra bendita urbe, muchos han elegido la vereda, como bautizamos aquí a las hispánicas aceras, como espacio para materializar el sueño del jardincito propio.
Hace unos años, algunos convecinos decidieron impedir que el coche del prójimo próximo, estacionara en la calzada frente a su casa. Hablo, por supuesto, del trozo de acera frente al cual se permite estacionar.
Acudiendo al ingenio criollo, aparecieron en muchos barrios clase media medio pobre, unos canteros de mampostería rodeando el pequeño cuadrado que procuraba tierra a los sarmientinos árboles que engalanan nuestras calles. De ese modo, para evitar chocar la puerta del vehículo contra el mampuesto, el conductor elegiría otro lugar para detenerse.Así, contraviniendo todas las normas y reglamentos del honorable Digesto Municipal, los ciudadanos se adueñaban del espacio público, que no son otra cosa las veredas. Así fue como en esos jardincitos diseñados para impedir estacionamientos indeseados se fueron cobijando geranios, madreselvas, alguna planta de interior ya casi muerta, el potus de la nona que adentro se secaba, un brote de gomero, en fin, las más variadas especies vegetales sin orden ni concierto.
No es que esté mal engalanar la vía pública, pero entiendo que no se puede disponer indiscriminadamente del espacio que a todos pertenece.
Además, ¿saben ustedes quiénes son los regadores de canteros, gentiles jardineros de estos jardines del subdesarrollo? Los mastines y galgos protectores de robos en las casas que a hacer pipí concurren en la del vecino.
A propósito, otra vez aquí ha entrado a tallar el ingenio que consume algunas mentes. Los apropiadores de veredas han colocado botellas de gaseosa llenas de agua pues dicen algunos que éstas ahuyentan a los perros.
Así es como los perros se han ido y ahora la municipalidad avisa a los vecinos que estemos alerta, porque probablemente, el agua estancada en los botellones ahuyente los perros, pero ¡convoque a los mosquitos y su Dengue!
¡Ay Don Pedro de Mendoza!... creo que como usted y sus fundadores vamos a terminar los sufridos habitantes de la otrora Reina del Plata, pero no por un bravo malón de encarnizados indios, sino por las consecuencias que a nuestra salud traen los inconscientes invasores del espacio urbano con los perros, los mosquitos y los Dengues.

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