martes, diciembre 13, 2005

34-Inquilinas



Ficticia
11 de Septiembre de 2003

El día de mi cumpleaños llegan mis inquilinas de temporada. Son infaltables. Escucho su aleteo y su piar con los primeros rayos del amanecer y ya sé que la primavera se acerca por aquí.
Me acerco a la ventana y reconozco su plumaje: son las golondrinas que regresan. Anidan en el tubo de ventilación del extractor de mi cocina y todos los años me digo que lo taparé para que no lo llenen de huevos y pajitas. Pero todos los años cuando abandonan su departamento en las alturas olvido la peregrina idea de dejarlas sin lugar para anidar.
Así que ya se han instalado nuevamente mis laboriosas inquilinas. Pían mientras tejen y alegran mis mañanas con la esperanza renovada de la vida que cuelga de sus picos y sus alas.El cielo está azul en este Buenos Aires de contrastes.
Mientras los políticos pelean, la gente que puede trabaja y persevera más allá de toda esperanza. Y crecen las azaleas y brotan las flores de durazno en esa esquina del Barrio Cafferatta que conoció conventillos suburbanos y ahora disfruta de casitas de techos colorados y primorosos jardines diminutos.
Toda la ciudad estalla, a pesar de cartoneros y miseria, en un vergel que va desde el jardincito propio en las veredas del que alguna vez hablé, hasta los coloridos balcones cubiertos de geranios.
Y ellas van y vienen y me dicen: ¡la vida se renueva!
Mientras las observo, al pensar que entorpecerán mis inquilinas el fluir de los olores y vapores de mis preparaciones culinarias, me digo: “deberías haber desalojado a las intrusas”… Pero le sonrío a mi imagen reflejada en la ventana y me perdono con benevolencia.

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