martes, diciembre 13, 2005

41-Soy Juanita (Caticrónica de un encuentro ficticiano en Buenos Aires)


Ficticia


24 de Noviembre de 2003


Buenos días. Soy Juanita, la lagartija que habita en el taller de artesanías de Cati Cobas. La dueña de casa me bautizó así en honor a su suegra que, octogenaria, va y viene por su casa atendiendo a uno u otro a una velocidad pasmosa.
Ustedes dirán ¿Qué tiene que decirnos este minúsculo aprendiz de cocodrilo? Pues tengo que contarles que ayer, a eso de las cuatro de la tarde aparecieron por el taller tres mujeres acompañando a mi patrona. .No entendí muy bien cómo habían llegado ahí, porque de artesanías, nada. Hablaban todo el tiempo de ficticia, con lo que deduje que tal vez eran puro invento y no existían. Es que el calor que hace en el techo a veces me provoca alucinaciones. Pero no. El escobazo que me propinó Cati para que las chicas, así las llamó, no se asustaran con mi presencia, fue real, nada de imaginario. Todavía me duele el esqueleto. Luego de eso, me escondí en una maceta y me quedé quietita escuchando y observando, no fuera cosa que me propinaran un segundo. Pude verlas bastante bien escondida entre las hojas. Una, era de hablar pausado, observadora, tranquila y reflexiva. Contaba cosas de su ciudad a orillas del mar, y de su amor por el teatro, de sus sueños y proyectos. Otra, de voz cálida, les contagiaba su pasión por la poesía y los cuentos, sus ganas de publicar historias que, según parece, las demás contertulias calificaban como muy pero muy buenas. ¿Qué decirles de la tercer invitada? Hablaba en argentino como todas, pero cada tanto se le escapaba algún tú que no cerraba mucho con los vos y con los ché. Parece que venía de muy lejos, de otro lugar con mar y con gaviotas. Cati le mostró muy orgullosa una foto que adorna una de las salas donde puede verse una torre de un tal Hércules, que busqué en el diccionario, ya que por acá hasta las lagartijas procuramos ser muy informadas, y parece que era un tipo bastante musculoso. ¿Un pato vica digo yo? Esta señora, de ojos claros y hablar dulce parecía algo así como la causa del encuentro. En cuanto a la dueña del taller…qué quieren que les diga…charlatana como siempre, se veía tan contenta de que todas estuvieran ahí, que pocas veces la había visto de ese modo. Es importante que sepan que el dueño de casa también vino. A él lo conozco porque tiene su taller de pintura en la primera habitación que da al primer patio. La verdad parece que fue el único valiente que se atrevió con tanta pollera junta. Fue muy ubicado y las dejo solas casi todo el tiempo, pero también atento, se ocupo de que no pasaran hambre y sed, amén de participar en algunos tramos de la charla y honrar a la visitante del otro lado de no sé qué charco con un cuadro del campo de la Provincia de Buenos Aires. Reían, se sacaban fotos, tomaban mate amargo con factura y bizcochitos con grasa en honor de una valenciana y una argentina cuyo nombre no recuerdo. Brindaron, eso si, con gaseosa (esta Cati no se dio cuenta de que debía haber aportado algo un poco más etílico, pero no hizo falta alcohol para estimular a las visitas) por madrileños y mejicanos, y hasta por los varones argentinos que brillaron por su ausencia, así dijeron. Debo decirles que el encuentro se transformo en maratón porque llegaron a eso de las cuatro de la tarde luego de un paseo por el barrio Cafferata con sus tilos y jacarandaes y charlaron y rieron hasta las tres de la madrugada del día siguiente. Si bien se les olvidó el equipo de música, la dueña de casa sostiene que Dios siempre provee y así fue. Ya que hubo tangos con orquesta. En la casa vecina hicieron una fiesta con karaoke y todo y nos deleitaron con varios tangos bien porteños y hasta alguna “zamba”, que no “samba” porque esto es Buenos Aires, mas precisamente Parque Chacabuco.
Desde mi verde atalaya pude confirmar algo que leí en una de las revistas que le envió a la propietaria una amiga madrileña. Las cuatro mujeres se miraban a los ojos, y aunque hablaron de generalidades primero, fueron quitando, a lo largo de la tarde, pieles como hago yo en el verano y llegaron al final de la noche a sentirse en una comunión plena, más allá de sus distintas circunstancias. Parece que se habían conocido a través de la computadora. Y materializado ahí frente a mis ojos transformando esa tarde y noche inolvidables en una comunión de almas femeninas.
Cati dice que quiere mas adelante comprar una compu para su taller. Yo me estoy yendo ya a realizar el curso para aprender a utilizarla, porque muero por conocer a unas lagartijas que sé que existen en Hong Kong y otras en Singapur, que tienen cosas muy interesantes que contar y escriben en una página de reptiles escritores que se llama “La escamosa”.


El encuentro narrado por Miriam Chepsy en.
www.chepsy.net

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