martes, diciembre 13, 2005

25-"Querida amiga:"(Caticrónica del espectáculo "Argentina quiere cantar")



Ficticia-

21 de Abril de 2003


Querida Amiga:
Vos allá, tan lejos, contemplando el mar y las gaviotas, y nosotros acá, mirando nuestro río color marrón y las palomas que se empeñan en volar por sobre esta otoñal Buenos Aires teñida de ocres y dorados, por sobre esta húmeda ciudad que se resiste a los primeros fríos, con un cielo celeste y diáfano, digno de la mejor postal turística.
Vos allá, tan lejos, implorando por un verano que se lleve el petróleo de la playa, y nosotros acá, soñando nuevos caminos de otoño, después del vendaval que nos azota hace ya un largo ,interminable, año.
¿Qué música te devolverá esta tierra, amiga mía? ¿Algún tango canyengue y orillero? ¿Una zamba dulzona y cadenciosa? ¿O un chamamé con aire de litoral acompasado?Voy a contarte un secreto bien guardado, es sobre algo que ni siquiera te imaginas. La otra noche…la otra noche estuviste acá, conmigo.
Si, te juro que te encontré el Luna. El Luna Park en un sábado que estallaba de música argentina, de gente que quería vivir aunque doliera.
Éramos más de diez mil los que aplaudimos de pie cuando La Negra, Víctor Heredia y León Giecco nos dijeron: “Yo vengo a entregar mi corazón”. Y nos lo dieron.
“Todavía cantamos” bramaba el estadio y me pareció que en un rincón Tito Lecture sonreía.Nos veíamos esperanzados contra toda esperanza, contra toda elección o componenda. Tal vez más viejos que en el setenta y pico, tal vez con arrugas demás o algunos kilos, pero renovados en los hijos que, asombrados, daban “Gracias a la vida” con nosotros.Y vos, querida amiga, estabas allí porque yo te traía en el deseo de verte a nuestro lado, emocionada con las canciones nuevas y las de toda la vida, algunas, lamentablemente tan vigentes como hace veinticinco años.
Hubo un momento en que mi alma sobrevoló el estadio contemplando el hervidero. Nos veíamos más pobres que hace años, pero igual de entusiastas, fervorosos y espectantes. Nos seguíamos viendo sensibles y comunicativos con los artistas en ese ida y vuelta de encuentros y de amores.
Fue una noche para siempre. No sé si habrá otras como esa. No sólo por el arte hecho canción y melodía sino, porque sin quererlo, participamos todos de una Eucaristía hecha patria y reencuentro. Reencuentro con raíces olvidadas, reencuentro con nosotros mismos y la historia.
¡Cómo lamenté despertar del sobrevuelo! ¡Y no verte a mi lado amiga mía!
Fue gloriosa esa noche, te lo juro. Y cuando todos juntos en el Luna a oscuras, blandimos los encendedores para acompañar a los que en el escenario “sólo le pedían a Dios que la guerra no nos fuera indiferente” sentí que no todo estaba perdido, que podíamos renacer a pesar de todo si nos atrevíamos a empezar casi de cero.
Y que tal vez vos te darías una vuelta para verlo.

La destinataria, mi amiga "cibernética"está en www.chepsy.net

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