martes, diciembre 13, 2005

72-Filetes y Firuletes




Filetes y Firuletes

Los estoy viendo relamerse, queridos lectores. Yo les hablo del “filete” y ustedes están pensando en “manducar” un buen trozo de carne asada. ¿Verdad? Lo que piensan es muy lógico, si son ustedes españoles, mexicanos o caribeños. Pero para nosotros, los habitantes del Río de la Plata, ese trozo de ternera es un “bife de chorizo” o, si somos menos pudientes, un buen “churrasco”. Aquí cabe una acotación: durante mucho tiempo, “un buen churrasco” fue también un muy “buen mozo” ya que por acá, los sustantivos comestibles solían emplearse con connotaciones sensuales –consecuencias de la inmigración que venía con ganas de alimentarse bien-. Aunque ese vocablo lisonjero (churrasco) se encuentra absolutamente pasado de moda (tanto como el comestible, porque la carne está carísima).
¡Basta ya de disgresiones! Prometí que les hablaría del filete porteño y eso haré.
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“¿Quién fue el raro bicho
que te ha dicho, che pebete (1)
que pasó el tiempo del firulete (2)?”
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Sí. No me equivoqué. La milonga habla del “firulete”. Filete y firulete tienen mucho en común. El firulete es el dibujo que hacen los pies de los bailarines en el piso al bailar la milonga –danza más movida y alegre que el tango, por muchos años en vías de extinción-.
Y la palabra “filete” viene del latin filum (hilo), en este caso: “línea fina que sirve de adorno”. Es un equivalente del inglés fillet, el francés filet y el italiano filetto. El filete porteño tuvo su origen en la decoración de carros de verduleros, lecheros y panaderos, extendiéndose a otros vehículos de tracción a sangre, para luego pasar a camiones y autobuses a los que les otorgaba un colorido y una estética entrañables. En el caso de los camiones, solía orlar frases de autoría del conductor como, por ejemplo: “Éste lo gané con honra”, “Gracias a mis viejos”, “No hay suegra como la mía”, “Disfrutá el día hasta que un imbécil te lo arruine” y tantas otras surgidas en un momento de inspiración y mate amargo. Se trataba de ornamentos muy coloridos (azul intenso, carmín, ocres y blancos con líneas negras en algunos contornos). Eran flores, volutas, hojas de acanto que servían para enmarcar a Carlitos Gardel o a La Virgen de Luján y para dar color a calesitas porteñas así como a los sulkys en el campo.

La dictadura militar, con perdón de la palabra, hizo pasar de moda “de prepo” al noble y popular arte del filete, porque prohibió su uso en cualquier vehículo público. Argumentó en el decreto que esos ornatos “distraían” a los conductores. Y la época del “capicúa” (MENEM) nos hizo creer que en materia musical todo lo bueno venía de afuera, así que el firulete milonguero desapareció también de los lugares que solía frecuentar.

Sin duda, las explosiones de color y libertad que traían aparejadas esas expresiones populares resultaban poco adecuadas a épocas donde se buscaba restarle al pueblo su esencia más auténtica, la que le permitiría reservar ciertas dosis de autoestima, cierta conciencia de su propia valía. Y así, de buenas a primeras, vimos cubrirse de colores uniformes a toda nuestra ciudad. Y de silencio los “bailongos” más renombrados. Los cultores del arte del filete quedaron reducidos a la mínima expresión: algún long play y alguna que otra pava abollada en el mercado de pulgas de San Telmo. (El mate se ceba con pava, jamás con tetera u otro elemento similar). El filete y el firulete parecieron desaparecer de Buenos Aires para siempre.
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“Vos dejá nomás que algún chabón (3)
chamuye(4) al cuete(5) y sacudile(6) tu firulete
que desde el cerebro al alma
la milonga lo bordó.
Es el compás criollo y se acabó.”
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Con la democracia resurgió el arte del filete, y a partir de la crisis Buenos Aires se está convirtiendo e lo que nunca debió dejar de ser: La Capital del Tango.
En este momento no hay bar que se precie que no esté recurriendo a los fileteadores para darle ese toque de “porteñidad*” tan deseado. Y no hay rincón donde no se arme una milonga. Los jóvenes vuelven a bailar el tango y los turistas deliran con el meta y ponga. Todo Buenos Aires es una gran milonga for export y podemos decir:
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”Pero escuchá, fijate bien,
prestale mucha atención
y ahora batí(7) si hay algo igual
a este compás compadrón.
Batí, por Dios, si este compás
repicadito y dulzón
te burbujea en la piel
y te hace mas querendón.
Pero escuchá...ja, ja... fijate bien,
prestale mucha atención.
Y ahora batí si este compás
no es un clavel reventón;
es el clavel, es el balcón,
es el percal, el arrabal,
el callejón, y es el loco firulete
de algún viejo metejón(8).”
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Así que, amigos, vengan cuando quieran y no duden de que muy pronto los “bondis” (autobuses) de esta Buenos Aires entrañable recuperarán los firuletes del filete para recibirlos con una sonrisa de bienvenida.

Nota: Los versos intercalados pertenecen a la milonga “El firulete” (Letra: Rodolfo M. Taboada - Música: Mariano Mores )

Glosario:
1)Pebete: muchacho
2)Firulete: arabesco (refiere al dibujo que hacen los pies al bailar la milonga)
3)Chabón: tonto
4)Chamuye: hable
5)Al cuete: sin lograr nada
6)Sacudile: enrostrale
7)Batí: decí
8)Metejón: enamoramiento
9) Bondis: autobuses
*Aunque “porteño” es lo relativo a cualquier puerto, lo relativo a Buenos Aires se conoce como “porteño”.
http://www.interarteonline.com/F_Oddone.htm

www.ArgentinoArte.com.ar

1 comentario:

Silvia Giordano dijo...

excelente artículo! refrescante.