martes, diciembre 13, 2005

49-¿En qué quedamos?


Ficticia
27 de Abril de 2004

“Ya sé, no me digas, tense razón, la vida es una herida absurda…” *

*del tango “La última curda”de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo

Eso es lo que me digo en el monólogo que mantengo todas las mañanas mientras procuro reducir el colesterol posmenopáusico girando por el Parque Chacabuco.Enseguida me respondo que no tengo ganas de que mi corazón se entregue a ninguna “curda”, que quiero seguir viva, alegre y sanita como la beba gordita que, según mi vieja, irrumpió en su vida, allá en la Clínica Luna, del barrio de Caballito, hace….mejor ni acordarse.
No me cabe duda de que los he hartado contándoles de patrones de la vereda y bicicletas, de café con leche y Capitán Piluso, de Tarzanito y Glostora Tango Club... Es que me duele tanto el cambio, vivir inmersa en el miedo a asomar la nariz fuera de casa, a temer lo peor para los nuestros por una mochila o una bici. Tanto como el pibe que llama a mi puerta todas las noches pidiendo “algopacomer” y que se marcha con el sándwich a su guarida de poxirrán y diarios viejos, sin que mis llamados al ciento dos (La línea municipal de protección a la niñez) haya hecho algo por él antes de que sea irremediablemente tarde, y pase de menor en riesgo, a imputable de catorce años…Pero, aunque la realidad me machuque paso a paso, quiero seguir esforzándome por ser feliz y rescatar el sabor de las cosas cotidianas: el matecito, el cielo diáfano de esta mañana de otoño, mi muchachita que hoy, como un milagro, ha amanecido sonriente y se ha ido a la escuela sin rezongar por el madrugón, la ventanita de la compu, que me dice que mi marido, trabajando (otro milagro) a seiscientos kilómetros, me tiene tan presente como yo a él. Claro que por mucho que me empeño, siempre hay algo que me altera, que me pone al borde del ataque de nervios, del patatús o patatraque, o como quieran decirle mis lectores.
Habrán advertido, que la mayor causa de mis desvelos en este tiempo es mi muchacho, el arquero del Primera Junta, el concurrente a Primero de Industrial, el admirador de Attaque y campeón de videojuegos, resumiendo, mi ex bebé gordito y sonrosado que ya se afeita el atisbo de bigote que cubre su labio superior.
Es que Fernando, es tan inteligente como vital, tan cariñoso como osado, es tan…normal que me hace vivir sobre ascuas en este tiempo y por más que me empeño no encuentro la solución. Por ahí me la pueden dar ustedes, queridos ficticianos.El “¿En qué quedamos?” del título obedece al último planteo de mi púber vástago.Y, si no fuera porque esconde una dolorosa tragedia de prejuicios y temores hasta podía ser graciosa la situación.
El otro día viene a buscarlo Francisco (el hijo de mi pelirroja compañera de papelones) y al despedirlos, los observo: ¡están tan lindos con sus uniformes de adolescente: pantalones cargo, remeras coloridas, zapatillas nuevas! Suben a sus bicis y me saludan con una sonrisa de oreja a oreja. Irán hasta el Centro Comercial a unas diez cuadras de mi casa, en Caballito. Volverán en dos horas, me dicen.
Al ratito suena el timbre: han escapado por milagro de que una patota los asaltara, lograron huir pedaleando a todo vapor. La tarde termina en casa y ya no salen.Anteayer vuelve el amigo. Vestido como si hubiera buscado entre su ropa aquello que era para descartar. Lo recibe mi Fer del mismo modo. Han urdido un plan: para no ser asaltados, se han vestido como para mimetizarse con la mayoría adolescente, que puebla las calles, e irán a pie, nada de bicis. Me quedo preocupada otra vez, pero los dejo partir con mil recomendaciones.
A la hora, están de vuelta: en el lugar donde pensaban jugar al “bowling” no los han dejado entrar, por mal entrazados y sospechosos.
Me pueden decir… ¿En qué quedamos?

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