sábado, diciembre 10, 2005

3-Como un topo


Ficticia


8 de Septiembre de 2002

El viernes descubrí, como un topo, bajo tierra, una pequeña semillita de cambio en este tiempo de dolor.
Eran las siete de la tarde. La gente volvía a sus casas desde Plaza de Mayo en un vagón del subte que traqueteaba su viejo esqueleto de madera, testigo de épocas de derroche y holgura en mi ciudad.
Las caras, macilentas algunas, con una mueca triste otras y las más indiferentes, parecían máscaras sobre cuerpos desalmados.
Varios vendedores intentaban porfiada e inútilmente vender su mercancía, mientras los pasajeros seguían en su aislamiento imperturbable. Nadie compró.
De pronto, sin aviso, apareció el milagro.
Tres muchachos jóvenes, puro entusiasmo; dos guitarras y un charango. Barbitas en punta, gran sonrisa. Desparramaron la música de prepo. De la tierra brotaron un gato y una cueca.
Los vapuleados ocupantes del vagón se miraron asombrados. Sin pensarlo, las almas volvieron a las máscaras.
Hubo un estallido de aplausos, ovación y retintín de monedas. Las mismas que se les negaron a los vendedores ambulantes. La gente entregó por música lo poquito que tenía.
Estamos empezando a pagar lo que de veras vale.

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