martes, diciembre 13, 2005

45-De almanaques y calendarios



Ficticia
30 de Diciembre de 2003

Durante muchos, muchísimos años, existió por estos lares la costumbre de los comerciantes de entregar en los últimos días del año un almanaque o calendario (dejo al lector elegir entre la palabra árabe y la griega) a sus clientes, como forma de agradecer las atenciones recibidas. Lograban con este obsequio nuestra sonrisa y un lugar en nuestra casa, dependiendo ello del diseño de sus indicadores del tiempo.Es que no era lo mismo poner en la cocina el almanaque de Don Manolo, con las Cataratas del Iguazú, o el del farmacéutico, con los gauchos de Molina Campos, que el calendario de la gomería, ya que este último generalmente iba a parar a la pieza del adolescente de la familia donde era contemplado en forma subrepticia por el papá de dicho adolescente, lo que producía indignación en la dueña de casa que en nada se parecía a las muchachas pulposas que lo ornaban.
La cuestión es que cada familia reunía por lo menos dos o tres de esos adminículos cada fin de año. Hasta que a fines del 2001 y del 2002, para poder contar los meses hubo que comprar un almanaque en la librería más cercana o recurrir al viejo versito: “treinta días trae noviembre…”. No hubo comerciante que regalara ni un alfiler o un alfeñique, para hacer juego con el nombre del objeto del que estamos hablando.
Pero todo cambia, como dice la canción de Fito Páez. En mi barrio se están reabriendo pequeños talleres de confección de ropa, de calzado. Y hasta una pequeña empresa perfumera que estaba cerrada está volviendo a trabajar.
Si bien no podemos decir que nadie esté tirando manteca al techo y muchos de mis compatriotas sólo ven piqueteros y robos, yo veo en los almanaques una señal de un futuro mejor. Esos cachitos de papel nos dicen “…quién sabe…con esfuerzo…”.
Este año suman diez los que he recibido. No hay un solo comerciante de mi barrio que no me haya regalado uno. Si bien es cierto que el ser “comunicativa” me granjea la simpatía de algunos y me asegura tamaña cantidad de calendarios, aún las clientas más calladas han recibido uno por lo menos. Pienso por lo tanto que el retorno de la simpática costumbre es una señal de cambio, de decir ¡vamos todavía! ¡Renace la esperanza!Ah y ¡Un feliz 2004 a todos los ficticianos!

No hay comentarios.: