martes, febrero 07, 2006

81-"La Elenita" Caticrónica veraniega y un poco narcoléptica

Ostende es un pueblo pequeño, a orillas del mar, cuya paradoja es haber sido bautizado como homónimo del inmenso balneario belga de fama mundial. Es tan pequeño que no tiene ni farmacia. Fue fundado por unos señores oriundos de Bélgica, allá por 1910, pero quedó sepultado, durante varios años, por las dunas que, voraces, lo cubrieron casi en su totalidad hasta que fueron dominadas por las raíces de los pinos que contribuyen, aún hoy, a darle una fisonomía deliciosa.
El pueblito, pese a haber cobijado durante tres años al autor de El Principito, o tal vez por ello, conserva un silencio y modestia que lo hacen entrañable. Nuestros hijos adolescentes no piensan igual, y claman por la acción de Pinamar, el balneario “top”de la costa argentina. Con mi marido decidimos rebelarnos: esa tarde será al viejo estilo, y recorreremos el pueblo para conocer algo más de él. ¡Ya verán que es divertido!
Les aseguro que buscar acción donde no la hay es una ímproba faena. Así y todo arrastramos a nuestros vástagos, a regañadientes, para caminar por la desértica playa, pensando que éste será, a no dudarlo, uno de los últimos veranos que disfrutaremos de a cuatro.
La pequeña casa de madera, pintada de verde, se nos aparece de repente, tan simple y sin pretensiones como el pueblo.
Nos acercamos, curiosos, y leemos su nombre: “La Elenita”, mientras observamos una pequeña placa de madera con su historia.
Enmarcada por los médanos, se yergue, solitaria, mirando el mar inmenso. Sus tablas horizontales y sus simples ventanas de madera blanca, sin postigos ni persianas, nos cuentan, sin palabras, una historia de otros tiempos. Una historia de otra clase de hombres más hombres, que pugnaban por conservar ideas y, a veces, hasta ideales, y se conformaban con veranear en “La Elenita”, pescando y contemplando el mar desde la austeridad republicana.


Arturo Frondizi, su antiguo propietario, la construyó, junto a su padre, inmigrante italiano, carpintero de oficio, en Buenos Aires, y la hizo llevar desde la última estación de ferrocarril, en carro tirado por bueyes, hasta este lugar en que la encontramos, setenta años después.
La sencillez de la construcción contrasta con la función que cumplió su dueño, porque el Doctor Frondizi fue nuestro presidente cuando quien esto escribe estaba en la primaria.
Los chicos abren los ojos desmesuradamente. Ambos nacieron en una época en que la política sólo servía para enriquecerse, y asistieron, impresionados, a la inauguración de un aeropuerto privado en un lugar pequeñísimo, para que aterrizara en él un señor que supo ostentar el mismo cargo que el creador de “La Elenita”.
Con mi marido recordamos que nos caía simpático aquel pintoresco señor de nariz aguileña y anteojos muy gruesos que hablaba de desarrollo y de petróleo en un tono doctoral y serio, matizado por el canto correntino, canto que le hacía pronunciar las elles de una forma muy singular para burla de sus adversarios y caricaturistas, siempre prontos a valerse de esas cosas para restar méritos y torcer destinos.


Cuando uno tiene diez u once años no sabe de revoluciones, y, aún hoy, no estoy segura de comulgar con sus propuestas políticas, pero el doctor Frondizi soportó, en su momento, treinta y cinco golpes de estado -predecesores de aciagos días para nuestra tierra- hasta que finalmente debió irse, y esa casita de playa nos habla, sin palabras, de decencia y probidad.
Compartimos esas cosas con los chicos sintiéndonos un poco tontos, como temiendo una respuesta que nos ridiculice y nos haga sentir que ellos pertenecen a otra época en que sólo lo económico da valor a las personas, pero nos sorprenden, gratamente, con un respetuoso e interesado silencio.

Dejamos a “La Elenita” a merced del sol y el mar de Ostende, y continuamos nuestro paseo pensando que hombres decentes y modestos como su ex-propietario son los que necesita nuestra Argentina para volver a ser la tierra de promisión que nunca debió dejar de ser.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Cati!!!!!!!!
Soy María Mercedes Faggionato, actual poseedora y administradora de ese tesoro que es la Casita de Frondizi en Ostende.
Estoy relmente emocionada por tu crónica sobre la casita, relato que refleja a alguien de gran sensibilidad. Te invito a visitar nuestra página
www.elenita.controlb.com.ar
y me encantaría recibirte para que conozcas algo más de la historia, ya que por tus comentarios, entiendo que siempre vas a Pinamar.
La casita estará nuevamente abierta a la comunidad a partir de la segunda quincena de junio previa cita telefónica al 02254 49 4007. Mi TE de Buenos Aires es 0111 4859 6173, mi mail laelenita@gmail.com
Espero q te pongas en contacto conmigo
Gracias
MMF

CATI COBAS dijo...

Un honor para mí este comentario. De inmediato me pondré en contacto. Muchísimas gracias. Cati Cobas