domingo, diciembre 11, 2005

8-...Perdonen, ficticianos


Ficticia

20 de Septiembre de 2002

Perdonen, ficticianos, mi tristeza, pero la muerte se ha instalado. Y por más optimismo irreverente que busco en mi jazmín o en primaverales azaleas que florecen empeñosas en macetas y balcones ya no puedo encontrar, casi, un pedacito de alegría que me permita seguir soportando tanto dolor. Desolación es la palabra. Tierra arrasada.¿Sabrán Mrs. Anne o Mr. Paul de qué estoy hablando?
Identidad perdemos día a día. Las veredas se rompen y un lodazal caminamos por la calle. Nadie levanta los desperdicios de su perro. La gente está dejando de bañarse y huele mal el colectivo. El olor a miseria y desencanto nos rodea. A nuestros hijos los asaltan por la calle, y agradecer debemos todavía, que tengan algo que robar, que no los maten o secuestren. Nuestros viejos se mueren de frío y de dolor y falta de remedios pues hasta su jubilación les está siendo confiscada.
Los hombres y mujeres honestos, que los habemos muchos, mayoría aplastada y silenciosa nos dividimos en los que ya nada tienen que perder y los que están perdiendo lo poco que quedaba, al perder el empleo y su salario. La muerte se ha instalado, y yo, esperanzada a ultranza, hoy también quiero llorar. Por mí y por mis hermanos.
Cada mañana me levanto y me pregunto qué dolor traerá hoy el noticiario.Un micro se ha caído, producto del descuido y descriterio. Un cantante se ha pegado un tiro. Los alumnos de una escuela en un río del sur se han ahogado.
Yo, que nací allá por el cincuenta, que fui educada en la cultura del trabajo y la decencia; que me hago cargo de mis hijos y mis padres, que no he robado ni estafado a nadie, que pago mis impuestos candorosamente, yo diría, no me resigno a ver perder mi patria en manos de unos pocos. Y como yo, somos cientos de miles, varios millones de argentinos que queremos algo mejor como destino.
Dicen por ahí que somos arrogantes. Dicen también que somos sinvergüenzas, mentirosos. Destruir la moral de un pueblo debería estar penado por ley. Y generalizar no debe ser la norma. Y no me digan que no se aplican aquí los versos de Sor Juana cuando habla de hombres necios que a la mujer acusan.
Me gustaría que mi ruego alguien oyera…Y, unidos, los decentes, mayoría, comprendieran que depende de nosotros. Que esta tierra es tierra codiciada. Que un vergel sin cultivar en sus entrañas duerme. Que muchísimas riquezas atesora. Si hasta agua congelada para el fin del mundo la Patagonia en sus bosques frondosos guarda… Que hay que volver a educar a nuestra gente. Que hay que tratar de cultivar la tierra, construir con lo nuestro la cultura que permitimos se nos perdiera un poquito cada día. Y honrar, por supuesto, las deudas honestamente contraídas. Siempre que alguien se digne comprar nuestro trabajo e infranqueables globalizadas barreras no levante.Alguien, amable me sugirió hace poco, introducir mágico realismo a estas cotidianas crónicas.Creo que si resucitara Borges me diría, que con ser narrador de realidades hoy nos basta, para tratar de convocar la magia de un pueblo que debe resucitar de este derrumbe y ponerse de pie tras tantas lágrimas.
Entenderán, seguramente, Mrs. Anne y Mr.Paul de qué les hablo.

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