martes, diciembre 13, 2005

42-No es de menta ni de rosa


Ficticia
3 de Diciembre de 2003

Me levanté con nostalgia esta mañana y vienen a mi mente las voces de la infancia, mientras camino hacia el supermercado. Estoy invitada a una reunión de consumidores. Quieren mi opinión con respecto al servicio que éste me brinda. Me digo: ¿por qué te dejaste convencer? Y me respondo que dije que sí porque siempre me gusta el contacto con gente nueva y diferente. Es una forma de enriquecerse, creo.
Pisipizuelacolordeciruela víavíahuestepie noesdementaniderosa…
Ya están brotando los jazmines. Ya llega la Navidad a Buenos Aires.Veo, veo… ¿Qué ves?
Veo una ciudad que cada vez presenta grandes contrastes. Demasiado para mí.Cuando yo era chica, en este mismo barrio, éramos todos o casi todos, hijos o nietos de inmigrantes. Ninguno rico. Nadie tenía auto, ni siquiera vacaciones. El trabajo abundaba. Y la dignidad también. Gallegos y judíos se dedicaban en su mayoría al comercio, italianos a los más variados oficios, mallorquines, al calzado. Los barrios eran un lugar donde se podía estar, pero sobre todo, ser. Uno era: José Luis, el hijo del almacenero, Horacio, el del dentista, Elsita, la hija de la enfermera o Marta, la de la profesora de Inglés. La vereda era el reino del juego, entendiéndose por juego pasarse las tardes de verano entre policías y ladrones (todos queríamos ser policías) o patrones de la vereda que, en general te dejaban pasar de un lado al otro sin pagar peaje. Paramiqueridaesposaquesellamadoñarosa…En esta realidad del dos mil tres los inmigrantes vienen de acá nomás, a la vuelta, porque, a pesar de todo, se está mejor aquí. Y suman su miseria foránea a la autóctona, poblando la ciudad con personajes hasta hace poco desconocidos
Unadolituadelalimentuá…Ahora, el contraste llena las tardes de estas calles: mamás, chicos y maestras con rumbo a la escuela, hombres que van a su trabajo, cartoneros, vagabundos, algún pibe sin familia, todo mezclado. Gente que apura el paso y desconfía.
Osofetecolorete…No puedo acostumbrarme. Añoro sin poder evitarlo la calma alegría del disfrute de un helado, una ronda o una vuelta a la manzana. Me rebelo contra esta angustia cotidiana de no dejar a mis hijos salir tranquilos a la calle. En mi muy precaria posición, jamón del medio, cada día una rebanada menos, no puedo resignarme al cambio. Me siento peor al entrar al paraíso del consumo.
Arrozconleche…La mesa, que habitualmente sirve como mesa de reuniones, está puesta con todo para este desayuno que reúne a la gente del barrio que todavía puede realizar compras semanales o mensuales más o menos importantes. Pero nadie come.
Mequierocasar…La mayoría de las mujeres tienen aspecto de dueñas de casa. El ánimo en general es de abatimiento, como si una neblina invadiera el lugar. Las hay muy jóvenes y otras tantas mayores de cincuenta. Las que andan por los treinta o los cuarenta brillan por su ausencia. A esa edad están todas trabajando y no tienen tiempo para estos menesteres de opinar sobre cómo las tratan en el super. También hay hombres, unos cuantos, devenidos por la crisis en desocupados amos de casa. Declaran que sus esposas trabajan y ellos de hacen cargo de las necesidades domésticas. Se los ve dignísimos, aunque un poquito tristes.
Quesepacoser, quesepabordar…
Comienza la batahola. Coordinados por expertos, filmados y escudriñados en nuestras expresiones comenzamos la charla. Aparecen personajes prototípicos: la seductora, a quien parece importarle más el joven que nos encuesta, que comparar el precio de la lata de tomates ahí con el que encontramos en el supermercado chino de la vuelta de casa; la protestona: las cajeras son odiosas, los empleados desatentos, la mercadería con la cadena de frío cortada. La calidad del lugar se convierte, de a poco, en razón de Estado y comenzamos a poner en nuestras apreciaciones la misma vehemencia que en un cacerolazo. Un señor de bigotes protesta por el tiempo que perdemos en las cajas. Todo mal, para casi todo el mundo. Comenzamos evidentemente a poner en nuestras quejas como consumidores toda nuestra frustración y nuestro dolor por este país que nos duele y en nada se parece al del osofetedolituadelalimentua.
Pienso entonces ¿quéestoyhaciendoacáparaquémedejéconvencer?
Quesepaabrirlapuerta…Hasta que entra en acción una española salerosa. Para los argentinos, Aschira rediviva. Para los del norte, Aschira es una pitonisa andaluza que puebla los programas de la tarde con sus vaticinios y fue cantante de zarzuela según dice.
Qué les cuento. La doble de nuestra adivina televisiva, gordita, rubia y retacona, nos espeta sonriente: “¡ala, ala, a levantar el ánimo! No os quejéis que no sabéis lo que decís. (A esa altura ya no se sabía si hablábamos del supermercado, o de Argentina). Pues yo, señorita, conformísima, dijo la mujer. Con el súper y con esta tierra que tanto hace protestar a todos. He “pasao” la guerra y la posguerra. Y aquí he encontrado una vida mejor. Nadie me preguntó cuando bajé del barco allá por el cincuenta a qué venía pero he podido comenzar de nuevo. Y como yo, casi todos vuestros padres o abuelos. Me importa un bledo la cara de la cajera o el precio del azúcar. Aquí vivo y soy feliz. Que mucho tiene el que poco ambiciona. Y en esta tierra hay sitio “pa tó” el mundo si hiciera falta.”Parairajugar…La aplaudimos. Nos cuesta mucho después de tamaña arenga recomponernos y llenar planillas. Nos vamos con la sensación de haber recuperado un cachito de esperanza.

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