viernes, noviembre 14, 2008

199-De “possessions” y de abuelos

Las escenas eran dignas de una novela decimonónica. Las pintaba el abuelo Marcial en las noches del invierno porteño de mi infancia. Hablaba de Son Verí, del “amo” y sus “calçons amb bufes” (pantalones payeses), de su voz de trueno, que tanto lo atemorizaba cuando todavía no terminaba de cumplir los catorce años y el abuelo era, apenas, un “missatje” (un ayudante). Contaba de la dulzura con que la “madona” guardaba un plato de sopas para él en el rescoldo cuando, por alguna razón, llegaba tarde a la comida. Describía minuciosamente la mesa simple y los largos bancos de madera donde se reunían los trabajadores al finalizar una larga jornada de trabajo. Contaba cómo cuidaban y esquilaban las ovejas, cómo recogían las almendras, cómo alimentaban las aves de corral y tantas cosas, tantas…Y en el contar del abuelo, mis siete u ocho años pintaban las imágenes, mientras la abuela Isabel aprovechaba para ponerles música diciendo…”pastoret, d’on vens…?” (Pastorcito: ¿De dónde vienes…?).

Por eso, tal vez, nada de lo que vi en Esporles me resultó ajeno. Por el contrario, fue como hacer realidad esas imágenes que me acompañaron toda la vida, aunque Son Verí fuese una posesión de llanura y ésta en la que estábamos tuviera un enclave prodigioso en la montaña.

En un sitio muy cercano al paraíso, con verdes de lo más variados, sumados a la presencia bienhechora del agua y a una edificación de varios siglos, decididamente mallorquina, fuimos viviendo las escenas del abuelo corregidas y aumentadas, porque Esporles es un increíble reservorio de las mejores tradiciones del campo y la artesanía mallorquinas, de su flora, fauna, oficios y folklore.

Cada carruaje, cada herramienta, cada rinconcito vuelve una y otra vez a las manos laboriosas. Una y otra vez y siempre las benditas manos. Esas, que conocí tan bien acá, en Buenos Aires, a través de los míos y de los muchos amigos y paisanos inmigrantes que formaron parte del paisaje de mi infancia.

El telar, el huso, la lanzadera, los bolillos se sumaban al arado y la azada y jugaban un dominó de oficios y tradiciones con el yunque, el torno y la sierra maderera. Y barro, lanas, hilos, cuero hacían un contrapunto con el esparto y la caña, la cera y el hierro para ver cuál de ellos resultaba más creativo y emblemático.

No voy a poder olvidarme de los jardines de ese lugar muy fácilmente. ¿Cómo hace tanto tiempo atrás pudieron aquellos hombres crear tan magníficos lugares? Los caminos subían y bajaban dejando espacio a rincones francamente árabes, mientras que otras vistas recordaban sutilmente a la campiña inglesa.


Arquerías elegantes, patios recortados y aquella cocina… ¡Sí! Aquella cocina tan cálida y señorial al mismo tiempo. Tan mallorquina, con sus estantes y fogones, sus enseres típicos, todo blanqueado según el uso y la costumbre.

Aunque hay quienes sienten que todo el sitio no es más que una escenografía montada para algún alemán desprevenido, para mí ha sido inolvidable porque me ha permitido recrear en el siglo XXI todo el acervo heredado a través de los abuelos. Y mientras almorzábamos en el hermoso restaurante con que La Granja cuenta, pensaba que cuando nuestras familias mallorquinas vengan a visitarnos no podrá faltar en los paseos alguna elegante estancia bien campera, donde podamos nosotros también hacer gala de tradiciones y costumbres argentinas y bien gauchas.

La tarde promediaba, pero nos aguardaban todavía un sinnúmero de emociones. Mientras veíamos bailar a los payeses y Joana Aina y Apolonia aprendían sobre el encaje de bolillos, yo comenzaba a imaginar nuestra llegada a un jardín que también formaba parte inseparable de mi niñez a través de fotografías que cruzaban el Atlántico: el delicioso jardín de mi prima Juana, en Pla de na Tesa, vecino a Sant Marçal, en Marratxí. Muy cerca del recordado Son Verí de las historias del abuelo.

Sin duda, sus manos callosas, trabajadas, nos bendecían más allá del tiempo y las distancias…

Cati Cobas

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonitas fotos, y maravilloso relato del viaje es como volver a disfrutarlo

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Buenos días mi Cati querida. ¿Qué decir del texto, las fotos, las pinturas de Jorge? tooooooooodo me gusta.
Insisto en que el blog pesa mucho y debías hacer un apéndice.
Un besote muy grande y no olvides lo mucho que te quiero