miércoles, diciembre 03, 2008

205-…¡No hay nada más lindo que la familia “unita”!

En Argentina, en la radio primero y luego en la televisión, se trasmitieron, desde tiempos inmemoriales, simpáticas comedias que tuvieron por tema “La familia”. Desde “Los Pérez García” a “¡Qué pareja!”, en la querida Radio El Mundo, y desde los Benvenutto o los Libonatti, a los Campanelli en la tele, nos acostumbramos a convivir con todos esos personajes representativos de “la familia argentina”. Precisamente, Don Carmelo Campanelli era el que, después de todo un capítulo de discusiones y problemas familiares, remataba el programa con la frase del título, frase que es ya parte de nuestro inconciente colectivo y que representa fielmente una de las mejores características que tenemos: el ser “familieros”, a pesar de todo con algo de “tanos” aunque provengamos de la Península Ibérica o del Chaco Paraguayo.

Ninguna frase mejor que ésta para titular el domingo en que los Covas paseamos en patota, en rebaño, amuchados, todos juntos, “unitos”, bah, durante casi todo el día, recorriendo algunos lugares importantes para nosotros como familia y otros, famosísimos en el mundo por sus características únicas. Ya verán ustedes.

No eran las ocho de la mañana cuando esta servidora ya estaba levantada y presta para comenzar el que sería el último día completo en la isla. En puntas de pie salí de la habitación en la que Jorge descansaba (la verdad es que juzgué unilateralmente que se merecía un sueño un poco más prolongado después de las emociones de la víspera y del día que tendríamos por delante), y junto a los dueños de casa y sus hijas, el Caballero, el Mago, con sus padres y sus hijos, mi tocaya helvética y los tres jóvenes domadores de montañas, partimos con rumbo a “Las Cuevas del tío Tomás”.

Se preguntarán ustedes de qué cuevas se trata; por qué no se las conoce como tales en ningún manual de Geografía. Pues porque son solamente patrimonio familiar, si bien no nos pertenecen. Los terrenos son propiedad de un señor que lleva nuestro mismo apellido por otra rama familiar. Él nos permitió visitar esas cuevas en sus dominios y también recorrer su hermosa casa de campo -bien mallorquina por cierto pero puesta al día con un buen gusto absoluto, lo aseguro-. Querrán saber de dónde surgieron las benditas cuevas. ¿No? Una vez conté a mis primos que Tomás, mi papá, recordaba unas cavernas donde se guarecía, mientras cuidaba las ovejas del rebaño familiar, y ellos se propusieron encontrarlas, hallándolas, en medio de la “garriga” (el monte) perteneciente a la finca de nuestro familiar homónimo. Desde entonces hicimos planes para visitarlas, y ese domingo vivimos el paseo como una especie de peregrinación, con algo de homenaje silencioso. Un párrafo especial merece aquí mi tía Jaumeta. Debieran haberla visto, abriéndose paso sin ayuda por los caminos escarpados y espinosos que nos llevaron a las cuevas. Ágil, inteligente para pisar las piedras, para encontrar un huequito allí, en medio de unas ramas, para deslizarse, liviana, cuando convenía, nos maravilló a todos, llenándonos de admiración.
Nadie lo dijo (los mallorquines no tienen un argentino estómago resfriado como el mío) pero pude leer emoción en los rostros de todos los que llegamos a esos lugares escondidos en la maraña vegetal del monte campaner. Sebastià Jaume tiene ahora la edad en la que papá se guarecía en esos sitios, pasando, alguna vez, la noche y en el hijo de mi primo nos pareció ver -estoy segura- a aquel que me dio la vida, añorando los destinos de papel y lápiz que intuía lo esperaban en Argentina, mientras sentía, quizás, miedo y soledad. Aunque, pensándolo bien, tal vez esas vivencias lo hicieron trabajador, decidido, valiente y positivo en el futuro, tal como yo lo conocí. No pueden comprenderse en el hoy las costumbres del ayer y mucho menos juzgarlas. Quizás, si algunos jóvenes pasaran actualmente alguna noche en esas cuevas, cuidando a sus ovejas, sería más fácil acompañarlos en la verdad y el bien, pero hay que rendirse a la evidencia de que el sitio y sus historias pertenecen a otros tiempos, otras formas de vivir y vincularse. Ni mejores ni peores. Diferentes.

Ilustraré la crónica con varias fotos de Las Cuevas del Tío Tomas. Les ruego las amplíen y observen la multitud de esferas de luz que nos acompañaron. ¿Ilusión óptica? ¿Fantasía? ¿Nuestros antepasados? ¿Los ángeles? Que cada uno decida por sí de qué va la cosa esta de los orbes. De lo que estoy segura es de que no podrán sustraerse al misterio, queridos amigos, ya que nuevamente digo que pertenecen a cámaras fotográficas distintas.

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La casa de nuestro primo T. merece un párrafo especial y voy a regalárselo. Creo que nadie salió indemne de la visita porque todos nos fuimos con ganas de tener una como esa. ¡Qué preciosidad! Se trataba de una casa mallorquina, una de esas que se hacía sin arquitectos, por supuesto, bien de campo, hecha de piedra, construida a medida de las necesidades y sin un plan muy específico, pero llevada a nuestro tiempo con el exquisito buen gusto de I., la dueña de casa. Arco tradicional en la sala, cocina de campo inmaculada, muebles bien mallorquines, oscuros, torneados. Cortinas y ropa blanca más que limpias. Y una piscina bordeada de buganvilias y glicinas, como para no moverse de ese sitio paradisíaco más que lo imprescindible. El lugar conservaba, además, fogones originales, al igual que los maderos de la techumbre. Para sacarse el sombrero por sus dueños que han sabido devolver la vida a la simple nobleza de una vivienda rústica payesa, y que, generosamente me permiten compartirla con ustedes.

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Imaginemos ahora el paseo: varios coches haciendo caravana, y quien esto escribe procurando dedicar un ratito a cada grupo familiar mediante el recurso de cambiar de coche en cada tramo. Fotos, risas, bromas, emociones, comentarios…Un domingo de ensueño para aquella que volara de tan lejos, no lo duden.
Y para que también pudiera vivir, ya descansado, la alegría de todo lo que todavía nos depararía la jornada, fuimos a buscar al que todavía estaba (suponíamos) durmiendo el quinto sueño. ¡Cuál no sería nuestra sorpresa al hallarlo un tanto…¿sorprendido? por haberse despertado y encontrarse encerrado en la casa, acompañado solamente por la perrita de Apolonia que le ladraba confundida gracias a las decisiones inconsultas de esta servidora! ¡Menos mal que era mucha la alegría porque iniciar trámites de divorcio allí en Mallorca hubiera resultado costosísimo!

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Al integrarse mi Robert a la caravana, también lo hizo Dolors, la esposa de Sebastià, con lo que realmente pudimos vivir unas horas de plenitud y diversión francamente especiales.

¿A dónde fuimos? Pues derechito las Cuevas del Drach, en Manacor, uno de los sitios emblemáticos de Mallorca. Claro que la familia unita andaba un tanto distraída, ya verán.

Sebastià Jaume nos lo advirtió pero no le hicimos caso: “Por aquí no es, yo vine hace poco con la escuela”, decía preocupado. “¡Niños!”, dijimos todos.

¡Por “ahí” no era! Pero ya estábamos a la entrada de las cuevas de Porto Cristo, las Del Hams. También con estalactitas y estalagmitas, también bellísimas, pero eso sí: demasiado “alemanas” para mi gusto y además, carísimas.

No obstante, me encantaron. Ambientadas con una iluminación teatral nos hacían rendir culto a la Madre Naturaleza porque las formaciones eran increíbles. Y tuvieron, además, el valor agregado de nuestro espíritu festivo inspirado por una también sajona locutora melíflua que describía los lugares “gota a gota”.

Contemplemos, amigos las escenas: la familia mallorquina un tanto amoscada por habernos confundido de cueva, más lo costoso de la entrada, sumado a una densa introducción filmada sobre Julio Verne, que mucho no tenía que ver con lo que íbamos a visitar pero que servía para justificar el precio de la misma, más la voz empalagosa que nos guiaba por el lugar explicando cada medio segundo que esas cuevas habían sido creadas “gooootah a goootahhh” por los depósitos calcáreos filtrados en la roca y agreguemos a todo esto las risas que la Reina y la Adelantada nos provocaban con sus comentarios pícaros sobre lo sexie y sugerente de la locución y tendrán una idea del caos que los Covas provocaron en el lugar. Risas, carcajadas, todo un mundo de diversión a costa de las cuevas que en sí eran increíbles pero que con el valor agregado de nuestro buen humor se tornaron inolvidables y, a pesar de todo, baratísimas si juzgamos cuánto nos divertimos a su coste.

La cara de Toni y de María cuando Ángela solicitó, a la salida, una grabación de la señora “Gota a gota” para que le sirviera de fondo en algún “tete a tete” con el pintor de La Buhardiiiillita no tuvo parangón. Debimos huir del lugar antes de que los guardias nos corrieran recordándonos a la Gestapo de modo contundente.

Han pasado casi tres meses de ese día pero todavía resuenan en mis oídos –y supongo que en la mayoría de los que formamos aquella “patota” (troupe) bullanguera y familiar-
los ecos de nuestras carcajadas.
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Creo que ya estarán ustedes agotados…¿Verdad?
Descansen un ratito durante el almuerzo que nos esperaba en casa de Sebastià y Dolors. Decir que estaba delicioso es poco. Los sabores del mar preparados con donaire nos resultaron exquisitos. Tanto como esas horas en que gran parte de la familia pudo disfrutar de la felicidad de recorrer Mallorca en rebaño armónico y alegre, seguramente inolvidable también para Pau y Sebastià Jaume, los más chicos.

Tal vez por eso, este último nos regaló un concierto de violín en el que toda la familia se sintió orgullosísima de su arte y nosotros, los visitantes mucho más, por supuesto.

La tarde continuó en la playa, pero eso y un don particularísimo de Dolors hacia nosotros, será motivo de la siguiente crónica.

Por ahora, nos deberemos conformar con estas líneas que dedico a todos los que vivieron aquellos momentos tan hermosos…gota…a …gota…

Cati Cobas

8 comentarios:

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Anoche te leía mientras daba el último adiós a un día horribilis y gracias a tu relato me fui con un sabor dulce a dormir, por eso hoy vengo a darte las gracias por estas vivencias que las haces públicas para que las podamos compartir contigo.
un besin

Pilar Moreno Wallace dijo...

Fantástico y realmente muy interesante. No conozco estos sitios y tu relato me los hace muy deseable.

Luis y Mª Jesús dijo...

la familia unida y de excursión, dos componentes que me fascinan. saludos desde León, donde tenemos cuevas -Valporquero- al estilo de aquellas. un abrazo

CATI COBAS dijo...

A Angelines, Pilar y Luis y Mª de Jesús un saludo cariñoso con mi agradecimiento por la lectura. Hasta siempre...Cati

Socorro Mármol Brís dijo...

Me llevaste contigo, Amiga, a recorrer lugares que aún no han envejecido en mi memoria. ¡Bellisima forma de enseñárnoslo, Maestra de la Crónica.

Anónimo dijo...

Miriam Chepsy dijo: Cati,qué día, qué maravilla. Como decía el título de un famoso libro de mi juventud: No cabe duda, éstos fueron los diez días que conmovieron a los Cobas...y a todos sus amigos.
Bicos desde el invierno.
Miri

Lola Bertrand dijo...

Precioso Cati, me ha encantado, las cuevas del Drach y las de Hans, las visité hace tiempo.
Da gusto leerte .
Animo y abrazos de mar.
Lola
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CATI COBAS dijo...

A Socorro, Miriam y lola:

Quridas amigas. Nadie mejor que ustedes sabe lo que este viaje ha significado. Muchas gracias por leerlo. Eso también completa el círculo. Las quiero mucho. Cati