viernes, octubre 24, 2008

194-Nuestro encuentro con algunos ejemplares de “sus scrofa domestica” en su hábitat campaner

“El cerdo es un mamífero doméstico usado en la alimentación humana por algunas culturas. Su nombre científico es Sus scrofa domestica, aunque algunos autores lo denominan Sus domesticus o Sus domestica, reservando Sus scrofa para el jabalí. Fue domesticado hace unos 5.000 años y se encuentra en casi todo el mundo.”

Los cerdos tienen escalafón, categorías. Sus apelativos varían según la edad, la forma de alimentarse y tantas otras cosas. Un cerdo puede ser un “gorrino”, hasta los cuatro meses; “cochinillo” o “lechón”, si todavía mama; “verraco”, si está siendo cebado para la matanza; “puerco”, cuando ya lo está y “cocha” o “gocha”, si de una fémina porcina se estuviera hablando.

Al conjunto de cerdos, se lo llama piara, pero en singular, este animal presenta, todavía, una enorme diversidad de nombres: “cochino”, en Canarias o México y Cuba, por ejemplo; “tocino”, en Aragón o, “cuche” en El Salvador, mientras que le diríamos “coche”, si estuviéramos en la americana Guatemala.

Para una argentina, el “sus domesticus”, el cerdo, bah, es, fue y será siempre nada más y nada menos que…¡Todo un chancho! A lo sumo, si tiene raíces mallorquinas -la argentina y también el cerdo-, podrá considerarlo un sinónimo de sobrasada y butifarrón a largo plazo. Pero por lo demás, no podrá referirse a este cuadrúpedo llamándolo de otro modo más que ése: “El Chancho”.

El primer día de nuestra estancia en la finca hotelera agro-turística exclusiva, comandada por Miguel y Apolonia, nuestros ya mencionados anfitriones, me topé con unos chanchos espectaculares. Gordos, gigantescos. Lo primero que vino a mi mente fue que la vida me regalaba mi propia “Exposición Rural” pero alejada de Plaza Italia unas cuantas millas y para mejor sin tener que soportar los discursos de D’Elía.

¡Mirá qué chanchos, Jorge! Grité entusiasmadísima. ¡Debieran ver ustedes la expresión de mis primos al escuchar esa denominación para sus huéspedes más consentidos! No paraban de reírse. Eso del “chancho”, junto a muchas otras ch de mi vocabulario un poco quechua los tenía desconcertados. Porque mientras yo estaba feliz con los “chanchos”, la “quinta” y los “galpones”, ellos subtitulaban “cerdos”, “huerta” y “cobertizos o depósitos”. La cuestión es que a partir de ese momento me declaré fascinada por los vitalísimos porcinos, lo que sirvió para que Ángela pergeñara una de sus propuestas siempre originales.

“Papá”, le dijo una noche a mi primo, “ya que mañana tendrás que cambiar a los cerdos de corral. ¿Por qué no le pides a los tíos que te ayuden?” La pícara Adelantada gozaba por anticipado del espectáculo de esta servidora arriando chanchos, de eso estoy segura, segurísima.

Habrán visto, estimados, que hasta ahora no he mencionado para nada el tema marital. ¿Cierto? No he nombrado a “Robert Wagner” porque él es más bien un ciudadano. (Ya les advertí al respecto hace mucho, cuando conté que me había “sacado a varear”, en su momento. ¿Lo recuerdan?). Estas cosas de vacunos y porcinos, de corral y de cosechas le resultan interesantes por unas horitas y siempre y cuando no lo tengan de protagonista “enchanchado” y no molesten a sus pituitarias en exceso. Pero… ¡Arriar los cerdos de un chiquero a otro!

A las siete de la mañana del día siguiente a la propuesta nos encontramos los cinco habitantes humanos de la finca, ataviados con ropa de dormir, aun, frente a los habitantes porcinos de la misma, recubiertos con barro en diversas partes de su anatomía.

El jefe nos hizo entrega de nuestras respectivas varas enormísimas, mientras nos hacía colocar en fila para construir un pasillo virtual y cerduno, con el objeto de que los animales caminaran hacia su nueva casa sin desviarse. Aunque se vislumbraba en mi Robert ciertos deseos de recular para deslizarse hacia el porche de la casa, procuró, valientemente, mantenerse “in situ” como para no ser víctima de las bromas, que seguirían a continuación en caso de concretar la huída.

En cuanto a mí: debieran verme… ¿Cómo se puede ser tan feliz en camisón y empujando un chancho con un palo? ¡Qué gozada!, diría mi sobrina. ¡Qué placer eso de arriar a los porcinos que bramaban caprichosos!

La custodia funcionó impecablemente para tres de los cerdos, pero siempre hay un rebelde en toda piara, y ésta no sería la excepción. El cuarto cochino se escapó, y giró el cuerpo, colocándose de modo que era imposible entrarlo en el nuevo domicilio. Cayian, a esa altura, ya había dado por cumplida la faena, retirándose a la casa en actitud contemplativa. “Porquero que huye sirve para otro traslado”, habrá pensado.
Ante el rebelde cochino entró a tallar Miguel. Mejor dicho a revolear. Porque tomándolo por la cola, y sin darle tiempo a nada, lo giró, con tal fuerza, que parecía el Increíble Hulk (Miguel, no el cerdo), empujándolo sin miramientos a su nuevo hábitat (al del cerdo, por supuesto).
La faena fue acompañada por mis exclamaciones más fervorosas y sonoras, por la mirada sonriente de Apolonia -que ya sabe cómo las gasta su marido en estos casos- y por la filmadora de la Adelantada, que había abandonado también la primera línea para sentirse una Scorsese 2008, en Baleares.

La pícara imaginaba de antemano la escena, y había dejado su cámara a mano, con la idea de testificar ante las próximas generaciones acerca de cómo esta tía argentina especialista en "ches" disfrutaba del traslado de los chanchos para que éstos cedieran su chiquero encharcado a los lechones.

¿La tía?...¡Chocha!

Cati Cobas

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonita descrición de aquella trvesura de que organizarón entre la Adelantada y tu primo

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

aY, ME LO PASO BOMBA CON ESTAS LECTURAS, MÁS, A ESTAS HORAS EN QUE EL SILENCIO ME HACE VIVIRTE MÁS CERCA.
bOSOTES, MI NIÑA, BUEN FIN DE SEMANA

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

AH, OTRA COSA, ¿POR QUÉ NO CAMBIAS EL MODELO DE PLANTILLA PARA QUE SEA MÁS ANCHA LA PÁGINA Y TODO TE LUZCA MÁS?

CATI COBAS dijo...

Gracias, Ángeles, por hacerme saber que mis crónicas te hacen pasar un buen momento, Deseo que la próxima semana sea mejor para vos,,,

Y a Apolonia y Miguel: gracias por el sentido del humor al leer estas anécdotas que tanto nos hicieron disfrutar en su momento y también ahora, al revivirlas. Un beso a todos de Cati

Anónimo dijo...

Permíteme Cati, que añada a tu crónica una conversación que cada vez que me acuerdo me vuelve a entrar la risa ( y es que ya sabes que me vendo por un chiste).

Y es que la noche anterior, cuando os pedimos que nos ayudarais con el traslado, Cati y Jorge empezaron a hacer preguntas técnicas sobre el traslado, de que teníais que hacer, como lo teníais que hacer y mi padre empezó a explicarles lo de hacer pasillo, y no permitir que se desviasen, que el objetivo era meterlos en la otra “soll”. Los dos estaban escuchando atentamente y hacían las preguntas que consideraban oportunas, muy serios los dos y muy profesionales. Y entonces Cati preguntó si durante todo el tiempo tenían que permanecer en silencio y aquí no recuerdo quien le contestó…”Noooooo, puedes hacer “chis, chis, chanchooooo””

Angela

CATI COBAS dijo...

Jajajajajaj!!!!!!Ay, Ángela: cuando por acá se nubla me acuerdo de esa mañana y no puedo evitar reírme...Tuviste una idea excelente. Cati

JA dijo...

No sabéis el buen rato que acabo de pasar con la crónica del chancho. No me hago la idea de veros en esa situación. Aún así, no pongo en duda de que seguisteis las instrucciones al pie de la letra.

Joana Aina

RosaMaría dijo...

Qué divertido y sobre todo ilustrativo tu relato, me trajo el recuerdo de mis andanzas de jovencita por Cazón, cercano a Lobos, haciéndoles la comida y dándoles de comer, apretujada por estas grandes humanidades siempre muertas de hambre. Mis tíos y primos tenían la misma actitud pero no hubo cámaras, fue una lástima. Me encantó tu relato. Gracias.