lunes, octubre 15, 2007

148-¿Montañas?...¡Montañas, las de "mi" tierra!

Para Toni y Pere, mis nuevos sobrinos montañistas, con cariño


Cuando aquella tarde-noche del 6 de junio mi voz voló a la isla de Mallorca, no pude imaginar jamás el cambio que ese hecho traería a mi vida, así como a muchas otras allende los mares. Pero ha sido de ese modo. Muchos jóvenes de la familia son los encargados de tender el puente transoceánico para contribuir a la reconstrucción de un frondoso árbol genealógico. Ellos viven “el hoy” y “el aquí”, lo que les permite disfrutar el descubrimiento de sus raíces, pero con tanta savia nueva en sus venas como para hacer crecer sus alas sin retener viejas historias.

Y “La Vida” ve que eso es muy bueno.

Esa será la razón, quizás, de lo natural que me resultó conocer a Toni y Pere, dos sobrinos a los que les gusta escalar montañas, haciendo de esa actividad, su descanso, luego de intensas jornadas como importantes hombres de empresa. En ellos voy descubriendo gustos, placeres y aficiones que deben formar sin duda, también, parte de mí, aunque esté transplantada a miles de kilómetros de distancia, ya que en sus cartas, surgen ante mis ojos los “puigs”, las montañas de la isla, con sus pintorescos nombres, que ya me eran familiares, gracias a la abuela y sus historias.
De las manos nuevas de mis recién estrenados sobrinos vuelve a mi mente Mallorca con sus dos sierras: la de
Tramuntana, con las montañas más altas, y la de Llevant, con alturas más modestas, y viéndolos en la cumbre del Puig de Tossals, con la vista del Puig Major (1445m) a sus espaldas, contemplando esas piedras y esa vegetación mediterránea, soñando con esas sierras salobres que tanto añorara Isabel, regreso, una vez más, a la cocina de la casa de mi infancia en Buenos Aires y a un diálogo que forma parte de mis primeros recuerdos de manera imborrable.
Sabrán los lectores que el límite occidental entre Argentina y Chile es la Cordillera de Los Andes. “Andes” era, probablemente, la manera quechua (anti) de denominar a los pobladores del Cuzco. Sabrán, además, que la altura media alcanza en nuestros Andes los 4.000 metros, con numerosos puntos que llegan a los 6.000. Es la mayor cordillera del continente americano y una de las más importantes del mundo. Y en Argentina, precisamente, se encuentran los picos más altos: el Aconcagua (6959m), el Tupungato (6550m) y el Mercedario (6770m), por nombrar algunos.

Pues bien, un día en que siendo pequeña, me encontraba estudiando Geografía al lado de la abuela, mientras ella tejía sus puntillas al crochet, me dio por alardear sobre esa Cordillera que me parecía tan maravillosa. Todavía no comprendía yo sobre raíces y alas, ciertamente, por lo que le dije, desafiante, y empuñando mi manual de 4º Grado:

"¡Mirá, abuela, lo que tenemos en la Argentina: algunas de las montañas más grandes del mundo, con nieves eternas, a las que el General San Martín cruzó a lomo de mula para hacernos un país independiente!"

Lo que obtuve como contestación fue lapidario, y ahora, en las fotografías de mis sobrinos montañistas, adquiere verdadero sentido y trascendencia:

“Mira, pequeñita, muy agradecida le estoy a esta tierra que es la tuya. Aquí he formado a mi familia y aquí soy feliz pero…no hay nada comparable al Puig de Sa Rateta (al Monte de La Ratita), allá en Mallorca, qué quieres que te diga…”

Hoy, cincuenta años después, comprendo cabalmente el significado de esa respuesta y también, al estar recuperando mis raíces, por qué para mí, la sierra desde la que Toni me envía su imagen juvenil, me parece casi tan alta como las inconmensurables montañas de mi querida y mil veces bendita tierra argentina.

Cati Cobas

1 comentario:

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

Cuando te echo de menos, sé dónde encontrarte. Preciosa caticrónicca y estupendas fotos