viernes, diciembre 29, 2006

113-Solamente mujeres (Caticrónica de Fin de Año)

Sólo mujeres.

Esbeltas y elegantes o deformadas por la maternidad y por la vida. Mujeres de piel tersa o piel ajada en inviernos muy difíciles.
Mujeres sonrientes y mujeres pesarosas. Mujeres tímidas u osadas, gentiles, rezongonas, pícaras, preocupadas, producto de la risa o del agobio.

Hoy, último día laborable de este año 2006, en mi barrio sólo veo mujeres. Con bolsas de la feria, con regalos, con niños colgados de los brazos o las faldas. Corriendo, dudando, preguntando, soñando, discutiendo. Parecen brotar de todas partes, y llevar sobre sí la responsabilidad de muchas vidas.

El calor agobia pero hay que preparar la celebración del Año Nuevo que en mi tierra todavía reviste carácter familiar, por lo menos en las clases media medio y también en la más pobre.

En la feria hay paraguayas comprando mandioca para hacer chipá, bolivianas vendiendo las últimas bombachas (bragas) rosa que les sobraron de la Nochebuena o peruanas buscando limoncitos verdes y pequeños que, prácticamente, aquí no existen. Hay, también, alguna “gallega” hollando pimentón para su pulpo y aquella “tana” empeñada en ponerle piñones al pan dulce.

Mujeres en la farmacia, negociando en cuotas la vida de los suyos, mujeres en el puesto de diarios, rezongando el crimen de la víspera.

Y detrás de las ventanas del Barrio Cafferatta adivino mujeres que cocinan, limpian o tienden el mantel aquel que heredaran de la abuela o ése que trajeron ayer del nuevo Shopping.

Están las que vomita el subte, cargadas de paquetes, luciendo atuendo de secretaria o de empleada o las que conduciendo un coche nuevo deslizan su opulencia mientras hacen girar nuestra cabeza para adivinarlas tras el cristal espejado que las cubre.

Aquella parece maestra jardinera en vacaciones: gordita y blanda con carnes de algodón y rizos rubios. Y la que cruza la calle y casi, casi, cae bajo las ruedas del camión de Coca Cola retrotrae a las musas del maestro Modigliani, a juzgar por su cuello longilíneo.

Las hay de todas las edades: niñitas que cargan una Barbie y ancianas empleando el carrito de las compras como andador para sostener su desamparo, adolescentes que han tenido un hijo, y lo abrazan con ternuras recién amanecidas y señoras de su casa cansadas de pelar la papa (patata) número cien mil para el puré del “nono” (abuelo).

Y yo, mujer al fin, me siento parte orgullosa de ese mundo de amor y de trabajo. De madre, hermana, tía, prima, suegra, nuera, patrona o empleada, amiga, maestra, médica o vendedora de verduras.

Siento, por fin, que todas somos una, que comulgamos, juntas, con la sonrisa resignada a flor de labios en un: ¡Felicidades! extendido en un abrazo fértil mucho más allá de nuestro Parque Chacabuco hacia todas las mujeres de este mundo.

Cati Cobas

1 comentario:

Lola Bertrand dijo...

Tus letras son un placer , Cati, vaya que me ha parecido estupendo este texto sobre las mujeres, tus letras son como un pincél que va dando forma a un cuadro.
¡ Feliz Año! , desde este lado del mar.
Lola